Berta en el Río Gualcarque

Elegía proléptica al río Gualcarque: perspectivas sumergidas y solastalgia como formas de resistencia en la comunidad Lenca de Honduras.

Abstract: Berta Cáceres fue brutalmente asesinada por, entre otras razones, defender nuestra tierra y, en concreto, el Río Gualcarque. En un contexto de extractivismo depredador en Honduras, mi intención es examinar la importancia de incorporar los seres terrestres y los cuerpos no-humanos como perspectivas sumergidas, en procesos de duelo y melancolía para romper el binario cultural jerárquico que históricamente ha infravalorado el papel de la naturaleza. Tras analizar las teorías de Macarena Gómez-Barris y los estudios publicados en Mourning Nature por Ashley Cunsolo, Karen Landman o Glenn Albretch, examino cómo las perspectivas sumergidas generan sentimientos de solastalgia, y crean un duelo anticipatorio y una melancolía activista que se presentan como elegía proléptica hacia el Río Gualcarque para concientizarnos sobre la violencia perpetrada en los territorios indígenas y las consecuencias catastróficas para la tierra y la humanidad.
 [Berta en el Río Gualcarque. Imagen con permiso de la fundación de Goldman Environmental]

Sus aguas fluyen con gran fuerza, acogidas por las verdes montañas que componen el paisaje de Intibucá, Honduras. Es el río hondureño Gualcarque, tesoro ancestral del pueblo Lenca. A la vera del río, se celebran las composturas, rituales tradicionales que agradecen a la tierra los sustentos que provee a las comunidades. Este río, como tantos otros del pequeño país, refleja la fortaleza y magnificencia de la naturaleza y su poder espiritual. Así aparece retratado en varios documentales estrenados tras el asesinato de Berta Cáceres. Honduras: Blood and the Water (2016), Guardiana de los ríos (2016) y Berta vive (2016) captan vivamente y con secuencias cuidadosas, el dinamismo y omnipotencia del río cabalgando por un frondoso terreno. Sin embargo, otros planos centrados en la incursión del extractivismo en el espacio natural del río nos advierten de un penoso augurio. Desde hace años, las aguas del Gualcarque sufren el acoso de empresas transnacionales debido a proyectos extractivistas que no solo destruyen la biodiversidad del territorio, sino que causan violaciones constantes de derechos humanos en las comunidades indígenas.i Tales prácticas neoliberales y coloniales afectan de forma violenta a los Lenca, cuyos cuerpos sufren la criminalización, los abusos paramilitares, la vigilancia constante, el desplazamiento forzoso y, en múltiples ocasiones, la muerte. El asesinato de la cofundadora de COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras), Berta Cáceres, es uno más de los miles de crímenes cometidos contra activistas medioambientales asesinados por defender los bienes comunes y de la naturaleza. La lucha infatigable de Cáceres culminó la noche del 2 de marzo de 2016 cuando dos sicarios contratados por la empresa DESA entraron en su casa y la mataron.ii Desde entonces, la solidaridad con el pueblo Lenca, las resistencias y las protestas por la justicia social han ido en aumento. Los destructores de los recursos naturales de Honduras han sido incapaces de acabar con los gritos de denuncia contra el patriarcado, el capitalismo salvaje y el colonialismo que continúan sumiendo en la oscuridad a esta región centroamericana. Cáceres, no solo sigue viva, sino que se ha multiplicado.

En este contexto de precariedad reforzada por el golpe de estado de 2009 que derrocó a Manuel Zelaya, la situación de violencia en Honduras se ha intensificado con gobiernos corruptos e impunes, dedicados a vender el país a toda empresa dispuesta a realizar inversiones con fondos de bancos europeos destinados al despoje de tierras fértiles y a la aniquilación de las comunidades indígenas y afro-indígenas.iii Desde 2010, los gobiernos hondureños han concedido alrededor del 35% del territorio a proyectos extractivistas como la instalación de hidroeléctricas, la deforestación, la minería a cielo abierto, el cultivo a gran escala del aceite de palma, la construcción de resortes turísticos, etc. Las consecuencias de dichas prácticas son catastróficas, pero gracias a la resistencia de las comunidades, algunos de estos proyectos o empresas han retirado su apoyo financiero y presencia; siempre tras resultados violentos.

La realidad extractivista, en consecuencia, destroza las principales fuentes de oxigenación y de vida contribuyendo a la intensificación del cambio climático, a la desaparición de la biodiversidad y de las materias primas, y a la destrucción de la economía sostenible de las comunidades indígenas.iv Estas catástrofes aludidas encuentran resistencia nacional y transnacional basada en la interseccionalidad de las luchas de Cáceres y COPINH, abarcadoras de colectivos afectados por opresiones múltiples –periodistas, profesores, campesinado, trabajadoras sexuales, LGTBQ+, Garífunas, etc–. Además, la defensa de la naturaleza siempre ha jugado un papel fundamental en todas sus reivindicaciones. Quizás Cáceres no murió concretamente por un río –el Gualcarque–, como menciona su compañero de lucha y testigo del asesinato Gustavo Castro, pero sí lo hizo por algo de lo que, en palabras de Castro, “todos somos responsables. La biodiversidad del planeta” y, por eso, “no podemos dar la espalda a su causa.” (El País) Por consiguiente, en este ensayo, examino tres documentales estrenados meses después del asesinato de Cáceres que reflejan la violencia cometida por el gobierno hondureño junto a empresas transnacionales en la comunidad Lenca de Río Blanco, Intibucá y que invitan a su público a asumir perspectivas Lencas de resistencia, ancladas en la solastalgia. Este concepto, acuñado por Glenn Albrecht en 2017, produce sentimientos de desamparo tras regresar a un hogar o espacio de pertenencia, modificado por prácticas extractivistas. Los sentimientos de profunda tristeza afloran al perder ese paisaje virgen y esencialmente natural antes de la intervención industrial.

Honduras: Blood and the Water (2016), Guardiana de los ríos (2016) y Berta vive (2016) exploran el contexto del asesinato de Cáceres mediante la difusión de los conflictos que la concesión de tierras ha causado en los territorios de las comunidades indígenas. Exponen la criminalización y abusos experimentados por los miembros de dichas comunidades, como la Lenca, y la situación de explotación medioambiental generada en las zonas extractivas. Estos documentales recogen testimonios de los más vulnerados en los procesos de desposesión territorial mientras retratan con majestuosidad estética los paisajes naturales y la vitalidad del Gualcarque, esenciales en la cosmología y economías Lenca. A través de un análisis audiovisual, me centraré en la importancia del Gualcarque desde las perspectivas sumergidas –las voces comunitarias– para sentir un estado de solastalgia basado en el duelo anticipatorio y la melancolía activista como formas de resistencia contra el extractivismo. Tanto la muerte de Cáceres por proteger los territorios ancestrales y, en concreto, el Gualcarque como un presagio desastroso del mismo si estos proyectos continúan, se vislumbran en los documentales, convirtiéndose éstos en una herramienta de denuncia social necesaria para activar el duelo y la melancolía por Cáceres y la naturaleza. El proceso del duelo va más allá del reclamo humano y de la pérdida de vidas humanas para incluir la pérdida o posible pérdida de los elementos naturales y los seres terrestres.v , Lamentar y reflexionar sobre el Gualcarque y los diferentes ecosistemas dañados por la codicia capitalista son actos imprescindibles para preservar la madre tierra y el futuro de las comunidades indígenas. Este acercamiento al proceso del duelo se basa en una estética visual centrada en la inmensidad de los territorios naturales, las miradas de las niñas y niños Lenca, y las voces de los miembros de la comunidad que, a su vez, representan las perspectivas sumergidas y emergentes como alternativas renovadas a la mirada extractiva occidental.

El género documental cuenta con una amplia trayectoria en América Latina como medio para construir la memoria histórica y relatar visualmente la represión vivida en países que han sufrido dictaduras, como Argentina o Chile. Las técnicas cinematográficas empleadas en los años 60 se basaban principalmente en la narratología uniforme desde una posición dominante que describía los períodos militares, destacando el papel didáctico. Se caracterizaban, de acuerdo a los estudios críticos de Michael Chanan, por destacar una ideología marxista pero libre de cualquier dogmatismo asociado a un sectarianismo izquierdista (120). Sin embargo, como argumentan Vinicius Navarro y Juan Carlos Rodríguez, desde entonces los documentales tienden a representar los conflictos de manera dialógica, y a estar menos inclinados a hablar por el otro, sino que animan a escuchar y a aprender del otro (3). Este giro formal ha contribuido a la creación de un gran número de documentales que visibilizan desafíos contemporáneos desde perspectivas que aportan nuevos entendimientos de agencia personal y colectiva (4). Los documentales que analizaré a continuación se insertan dentro de este marco narrativo, y no sólo aquellos independientes creados por Radio Progreso o por la activista hondureña Katia Lara, sino también el documental de investigación de Faultlines considera la necesidad de aprender de estos testimonios. El hecho de que la cadena de televisión y medios informativos internacionales Al Jazeera, subvencionada por el gobierno de Qatar, se haya lanzado a retratar los efectos de las políticas neoliberales en Honduras subraya el carácter y las dimensiones globales de los conflictos generados en los territorios indígenas. Además, el acceso a los documentales vía youtube ayuda igualmente a la difusión internacional y a la conciencia social de múltiples audiencias.

En la primera parte del ensayo, ahondaré en las teorías sobre el duelo y la melancolía articuladas por Sigmund Freud en sus dos breves estudios donde fabrica un binario opuesto entre el proceso del duelo como la internalización efectiva y resolutiva de la pérdida y el proceso de la melancolía marcado por la parálisis del sujeto. Al profundizar en las teorías de Freud, académicos contemporáneos como Jacques Derrida, Judith Butler o David Eng desmantelan la estigmatización de la melancolía como actitud patológica, y encuentran en este estado afectivo la posibilidad de reclamar y restaurar aquellas vidas que nunca han importado ya que históricamente han sido despojadas de toda humanidad. Igualmente, estos últimos apelan al carácter relacional y social de ambos procesos superando la perspectiva individual y privada desde la que se había contenido tradicionalmente este binario; es decir, la constitución del duelo y melancolía no son afectos íntimos e individuales, sino que se caracterizan por su expresión colectiva y pública. Las teorías propuestas a través del postmodernismo no buscan una resolución final o conclusiva exitosa en tales procesos. Contrariamente, los procesos del duelo y de la melancolía deben continuar siendo elaborados hacia la transformación social, principalmente porque ayudan a redefinir el concepto de lo “humano” y a integrar aquellas subjetividades y grupos que ni en vida “existen”. Antes de “traducir” las teorías occidentales al contexto geográfico y cultural del pueblo Lenca en Honduras, mencionaré las representaciones del duelo en la literatura latinoamericana, fundamentales para restituir las “ruinas” y pérdidas causadas durante las dictaduras militares y las guerras civiles que han acechado al continente durante décadas. Para entender estas formas alternativas de duelo y melancolía más allá de lo humano dentro de los posicionamientos indígenas, me serviré de las teorías recientes expuestas por Ashlee Cunsolo y Karen Landman en la introducción al volumen editado Mourning Nature: Hope at the Heart of Ecological Loss and Grief (2017), donde investigan nuevos lenguajes con que conceptualizar y comprender las pérdidas que van más allá de lo humano; pérdidas que históricamente no han recibido la atención necesaria.

En consecuencia, la segunda parte del análisis se centra en cómo los documentales invitan a su público a formar parte del vínculo entre Cáceres, los Lenca y el Gualcarque, transmitiendo ese sentimiento de solastalgia basado en el duelo anticipatorio y la melancolía activista. Por ende, los documentales se convierten en “elegías prolépticas” –término adscrito a Patricia Rae– que distribuyen afectivamente la solastalgia para actuar ante la crisis cultural y existencial en las zonas extractivas. Al mismo tiempo, sirven para homenajear a Cáceres, al río y a las comunidades indígenas. A través de testimonios y escenas paisajísticas en Honduras: Blood and the Water, Guardiana de los ríos y Berta vive, examino las “perspectivas sumergidas” con la intención de imaginar nuevas formas de ver, sentir y concebir pérdidas que pueden llegar a ser devastadoras y, por este motivo, se nos presenta la urgencia de actuar para detener estos proyectos de muerte. En este sentido, la solastalgia se cultiva desde dichas perspectivas, gestionadas mediante las historias y el activismo Lenca, y la visibilidad de la vida en las comunidades.

 

Teorías del duelo y la melancolía

En 1917, Freud publica su famoso ensayo “Duelo y melancolía” donde establece un dualismo entre ambos conceptos en referencia a los procesos opuestos experimentados por los humanos al confrontar la pérdida de un ser querido. Según el autor, el sujeto acepta durante el duelo el vacío que deja la pérdida y la reemplaza de forma eficiente con objetos sustituibles; produciéndose así una resolución exitosa. Por el contrario, en el estado melancólico, “la libido libre no se desplazó a otro objeto, sino que se retiró sobre el yo” (6), lo que sirvió para causar “una identificación del yo con el objeto resignado” (6). Este proceso resulta en el empobrecimiento y la precariedad del yo del sujeto incapaz de superar la pérdida, habiéndose fusionado con ella. Para Freud, la melancolía representa un caso patológico por la incapacidad de resolver la pérdida; tanto el objeto como el sujeto se pierden en tal proceso. Sin embargo, el mismo Freud reconsideró sus teorías iniciales en su ensayo de 1923 “El Yo y el Ello” donde reconoce que la identificación con el objeto perdido es parte fundamental del duelo. Según John Baker (2001), Freud se dio cuenta de que la identificación es necesaria para que el Ello abandone sus objetos ya que el Yo contiene –en palabras de Freud– “la historia de tales elecciones de objeto” (31). En cualquier caso, las teorías de Freud enfatizan el carácter individual e íntimo de los procesos del duelo y de la melancolía, lo que cuestiona eficazmente Jacques Derrida como se puede ver en The Work of Mourning (2001) editado por Pascale-Anne Brault y Michales Naas, donde introduce el contexto de la relacionalidad ya que el sujeto se sitúa en relación a otros; al perder a un ser amado, perdemos para siempre parte de nosotros.

En su análisis sobre la violencia, la política y el duelo, Judith Butler (2006) destaca la prevalencia de la colectividad en el acto del duelo y de la melancolía. Cuando reflexiona sobre la dimensión política del duelo, Butler introduce el concepto de vulnerabilidad conectado a la pérdida de vidas. Afirma cómo la vulnerabilidad compartida caracteriza a los humanos ya que nuestros cuerpos están expuestos constantemente a fuerzas externas condicionadas social y culturalmente (Precarious Life, 20). Por esta razón, Butler se centra en la importancia de entender que no todos los cuerpos reciben el derecho al duelo y a la melancolía de forma equitativa e igualitaria puesto que a aquellos pertenecientes a colectivos marginados y culturas minoritarias –particularmente del Sur Global– o a las víctimas del virus VIH se les despoja de toda capacidad tanto del duelo como de la melancolía. Estas muertes no reciben reconocimiento público o político puesto que, en vida, tampoco son reconocidos; la deshumanización de estos cuerpos rechaza el derecho público y político al duelo y a la melancolía debido a su inexistencia. En este sentido, sus cuerpos son los más vulnerados en vida y en muerte. En Precarious Life, Butler se refiere concretamente a las miles de vidas perdidas debido al virus VIH; muertes destinadas al olvido. Hasta que no se reconozca la vulnerabilidad causada en comunidades marginales y no se les conceda humanidad, el duelo y la melancolía continuarán siendo privilegios de unos pocos. De esta forma, los estudios postmodernos sobre el duelo y la melancolía son imperativos para poder alcanzar la justicia social, y las reivindicaciones de Butler asumen la responsabilidad política, ética y radical de “llorar” y reflexionar sobre los cuerpos que históricamente no han importado. ¿Pero qué tipo de estrategias alternativas nos proponen los intelectuales postmodernistas sobre formas eficientes de recuperar cuerpos deshumanizados y, por lo tanto, extremadamente vulnerados? Tanto Butler como David Eng (2003), David Kanzakian (2003) y Patricia Rae (2007) formulan nuevos lenguajes para cultivar posibilidades de rescatar el reconocimiento negado a quienes no han importado históricamente. Conceptos afines a la solastalgia y elegía proléptica funcionan para resignificar el significado patológico e individual atribuido al estado melancólico y para resistir la narrativa de la superación de la pérdida equivalente a la clausura del proceso del duelo. Este nuevo lenguaje ofrece fuerzas creativas que subrayan un compromiso constante con la pérdida produciendo modos positivos de resistencia cultural y política, y transformación social. En esta dirección, el duelo y la melancolía se entremezclan discursiva y corporalmente para efectuar acción social capaz de irrumpir las jerarquías convencionales y distribuir equitativamente el reconocimiento de vidas y de muertes. En consecuencia, el proceso del duelo implica el rechazo activo del olvido, de la superación, de la sustitución y de la clausura. De manera similar, la convivencia del duelo y de la melancolía como dos estadios afectivos experimentados simultáneamente originan una fuente de resistencia que, según Rae, “may be the basis for progressive political reform” (19). Las teorías sobre el duelo y la melancolía han cobrado especial importancia en América Latina en las producciones culturales de las posdictaduras tanto en Chile como en Argentina para restituir los cuerpos de los miles de desaparecidos y entender unas sociedades que celebraron, una vez terminadas las dictaduras, la intromisión del mercado neoliberal debilitando la figura del intelectual y el papel de la literatura. Por lo tanto, la narrativa posdictatorial se vuelca en la búsqueda de un lenguaje efectivo que capture las pérdidas y ruinas de sociedades democráticas y vidas aniquiladas.vi En Centroamérica, surgen las narrativas de la derrota que elaboran las pérdidas producidas durante las guerras civiles y el fracaso de la izquierda en los años 80 y 90. Los testimonios y discursos de los supervivientes ansían incorporar estas pérdidas desde una perspectiva melancólica que rechaza la sustitución exitosa y examina las ruinas con la intención de restituirlas.

Si gran parte de los artefactos culturales latinoamericanos evocan pérdidas humanas, observamos cómo a las comunidades indígenas masacradas por el colonialismo, se suma la gran pérdida de la naturaleza; una pérdida que llevamos contemplando por siglos y que apenas ha participado pública y políticamente en los procesos de reconocimiento y, por lo tanto, del duelo y de la melancolía. La conquista humana de la naturaleza ha cuantificado su valor en relación a los resultados materiales obtenidos de la extracción de los recursos naturales. Tales prácticas corresponden al discurso de “progreso” y “desarrollo” que ha gobernado la sociedad occidental por siglos y se basan en la depredación ilimitada de los bienes comunes.vii La cosmología Lenca, por el contrario, ha establecido tradicionalmente una relación horizontal e indiferenciada con el medio ambiente dotando a la naturaleza de subjetividad y agencia, considerándola sagrada y agradeciéndole, mediante el rito espiritual de la compostura, el sustento que provee a la comunidad. Debido a esta conexión íntima con la naturaleza y los seres terrestres, los Lenca revelan formas sanas de duelo necesarias para entender la importancia de la tierra, de su papel en nuestras vidas, de la biodiversidad y de la sostenibilidad, creando armonía entre el ser humano y lo no humano. Los Lenca describen al medioambiente como un cuerpo construido desde la perspectiva del cuidado, la igualdad y la responsabilidad. La centralización de los seres terrestres y del agua como elementos fundamentales de vida implica las siguientes reflexiones: ¿cómo reaccionamos ante la pérdida de lo que no es un humano pero que igualmente nos afecta? ¿Cómo nos sentimos cuando los paisajes que nos forman han sufrido cambios drásticos a consecuencia de la industrialización causante de la deforestación, la acidificación oceánica o la expansión del monocultivo a expensas de los sistemas biodiversos? ¿Qué nos ocurre cuando enfrentamos la extinción de miles de especies debido a la desregularización de la acción humana? ¿Qué opinamos del cambio climático?

La meditación profunda en estos temas nos ayuda a desarrollar una conciencia crítica sobre los efectos perjudiciales del extractivismo en nuestras vidas, en las de los seres terrestres y en la tierra. Y cuando nos enfrentamos a estas otras pérdidas no humanas, algo cambia en nosotros. Esta transformación puede ser articulada mediante el duelo y la melancolía como formas productivas de procesar la pérdida. En la misma introducción de Mourning Nature, se nos pide expandir nuestra capacidad de duelo para incluir estas pérdidas no humanas; las de los animales, las de un espacio que nos ha formado, la del paisaje al que estábamos tan conectados, etc. Desafortunadamente, la investigación académica sobre este tipo de duelo es escasa, pero Mourning Nature nos ofrece la posibilidad de acercarnos a la justicia medioambiental y a una ética del cuidado de la tierra dotándonos de modos y formas alternativas de reconocer la preponderancia de estos elementos vitales. Desde experiencias personales del duelo y de las pérdidas que transcienden lo humano, Cunsolo y Landman nos ayudan a imaginar el dolor emergente en situaciones de desposesión territorial y del saqueo natural, ya que reconocen cómo el ser humano tiende a ignorar a largo plazo los efectos del cambio climático o de los desastres naturales; sobre todo, porque estos suelen ocurrir en zonas periféricas afectando a cuerpos que no importan. Al exigir una conciencia pública y reconocimiento de la culpabilidad humana, las autoras nos invitan a desarrollar “a mechanism for moving into new terrains of thought that may provide avenues for thinking with and through environmental challenges, for encouraging action, and for potentially cultivating new emotions in fruitful ways” (6). En esta dirección, para poder transformar las injusticias sociales y medioambientales en políticas de vida, debemos experimentar procesos de duelo anticipatorios y de melancolía activista canalizada hacia la acción, tratando de resaltar la vulnerabilidad a que están sometidos otros cuerpos no humanos, como son los territoriales. De esta forma, Cunsolo y Landman adoptan alternativas de pensamiento y activismo medioambientales basadas en el acto del duelo y la melancolía. Al llorar lo que puede llegar a perderse –los ríos, la biodiversidad o formas de vida sostenibles– la comunidad Lenca y COPINH desarrollan modos resistentes de duelo y melancolía asociados a actos e(sté)ticos que, junto al reconocimiento de vidas aniquiladas por defender la tierra, recuperan las fuentes de vida sagradas que nos sustentan. A continuación, examinaré cómo los documentales visibilizan las perspectivas sumergidas que nos ofrecen los testimonios de Cáceres y de los copines para otorgar reconocimiento y agencia al territorio Lenca y, concretamente, al Gualcarque, Funcionan, en este sentido, como una elegía proléptica que nos invita a la reflexión y al activismo hacia la justicia social.

 

Honduras: Blood and the Water, Guardiana de los ríos y Berta Vive: Perspectivas sumergidas y percepción renovada en la construcción de las elegías prolépticas.

Como he mencionado anteriormente, el trabajo de Cunsolo, Landman y, añado, de Jessica Bar es fundamental para entender prácticas alternativas de duelo que superan la categoría de lo humano y que nos permiten restaurar las pérdidas presentes y potencialmente futuras de los paisajes naturales. El activismo y compromiso hacia la justicia en el caso Cáceres está unido a la necesidad de evocar las pérdidas ecológicas ya que, en cierto sentido, podemos atribuir su asesinato a la defensa del Gualcarque. Al visualizar las perspectivas sumergidas que emergen cuestionando la zona extractiva, los documentales constituyen una elegía proléptica encarnada en Cáceres hacia su querido Gualcarque subrayando así la importancia de anticipar el duelo para poder evitar pérdidas de magnitud ilimitada debido a los proyectos extractivistas. Como gran número de ríos en el mundo, las aguas del Gualcarque están sufriendo cambios drásticos a causa de la codicia gubernamental. El plan desarrollado por la empresa DESA pretendía construir una represa hidroeléctrica atravesando el corazón y el alma del Gualcarque, deteniendo su flujo, y destrozando tanto la biodiversidad como la economía sostenible y los territorios de las comunidades.

La sección de Fault Lines, Al Jazeera publica episodios semanales de investigación periodística sobre conflictos sociales en diferentes geografías globales. Como se indica en la página web, Fault Lines “takes you beyond the headlines and holds the powerful to account, by examining the US’s role in the world.” Dentro de un marco de compromiso democrático, Fault Lines viaja a distintos lugares para informar sobre situaciones de injusticia social y medioambiental. Concretamente, el episodio del 21 de septiembre de 2016, se enfocó durante 25 minutos a mostrar las denuncias y acosos sufridos por el pueblo Lenca. de Honduras: Blood and the Water comienza proyectando las aguas del Gualcarque rodeadas de una inmensidad de montañas verdes, mientras Cáceres explica el significado del mismo: “Este río es como la sangre que corre por las venas. Es injusto y no solo injusto; es un crimen agredir un río que tiene vida, que tiene espíritus. Creo que significa vida. Para mí, vale más que la pena luchar por este río. Es una satisfacción.” Cáceres dedicó gran parte de su vida, trabajo, lucha y conciencia a impedir la aniquilación del Gualcarque, protegiendo igualmente el valor sagrado y espiritual en el que se fundamenta la comunidad Lenca. Sus palabras acompañadas de la belleza inmensa del río ayudan a visualizar la relación de afecto con la naturaleza y a entender la significancia del Gualcarque, en cuyas aguas habitan los espíritus de la niñas. Estas perspectivas sumergidas emergen junto al fluir del río ofreciendo “una percepción renovada”. En su análisis de las zonas extractivas en América Latina, Gómez-Barris, arguye cómo las perspectivas sumergidas desafían la mirada colonial y extractivista que durante siglos ha desplazado a las poblaciones nativas y ha destruido la naturaleza. Según la autora, el capitalismo extractivo ha conquistado regiones del sur global y las ha constituido desde la perspectiva occidental del “progreso” y la “modernidad” como zonas vacías y dispuestas al asedio natural y humano. La perspectiva extractiva, como examina Gómez-Barris, ve los territorios como comodidades y a sus habitantes como extractibles, “rendering land as for the taking, while also devalorizing the hidden worlds that form the nexus of human and nonhuman multiplicity” (8). En este sentido, la percepción y la representación decolonial explorada por Gómez-Barris sintoniza con la visualización de las miradas y voces decoloniales en Honduras: Blood and the Water, ya que el documental presenta nuevas formas de ver, sentir y entender los conocimientos del pueblo Lenca. Junto a las primeras imágenes vitales de las aguas del Gualcarque y a una Cáceres difusora de la memoria del río, se observa desde una perspectiva aérea la construcción de la represa en una parte del mismo. En este momento, se percibe la desolación provocada por la invasión de la maquinaria extractiva. Esta táctica visual aparece en documentales como Dammed Landscapes (2012) de la artista mestiza colombiana Carolina Caycedo donde muestra una imagen del río Magdalena en Colombia tras la diversión causada por la empresa Endesa. Según Gómez-Barris, la confluencia del Magdalena con el río Páez produce la extinción literal del río (91). Si bien la perspectiva de Caycedo genera “countervisualities that expose the extractive viewpoint by presenting the containing logic of damming” (96), Honduras: Blood and the Water participa de una estrategia similar al contrarrestar las dos perspectivas contenidas en un mismo espacio; la posibilidad de mantener el dinamismo del río y la amenaza de su extinción. El documental continúa con entrevistas a miembros de la comunidad que enfatizan la criminalidad a la que están sometidos por el gobierno y recuerdan el activismo de Cáceres y los últimos días de su vida; incluso aparece la entrevista a Gustavo Castro, testigo del asesinato de la activista Lenca. Las voces comunitarias rescatan las perspectivas sumergidas en los territorios que gradualmente relatan las experiencias de miedo y violencia experimentadas en las zonas extractivas. Por lo tanto, la multiplicidad de escenas aéreas del Gualcarque en sus diferentes estados junto a las entrevistas realizadas configuran un proceso de duelo anticipatorio y melancolía activista que nos advierte de los peligros inminentes del extractivismo al resaltar igualmente la belleza y fortaleza de lo que está a punto de extinción, sin la intervención activista necesaria. Asimismo, la presencia y palabras de Cáceres en el documental simbolizan la urgencia de incorporar la pérdida de forma indefinida y permanente como recordatorio constante de que su cuerpo, a pesar de las múltiples experiencias de vulnerabilidad, no solo importa, sino que es fundamental en los procesos decoloniales empancipatorios.

La emisora radial Radio Progreso trabaja de cerca en las comunidades indígenas de Honduras formando parte del movimiento de resistencia surgido con el golpe de estado de 2009. Su misión de justicia sueña con una Honduras que ejerza la soberanía “desde un poder colectivo que logra transformaciones humanas e institucionales que conducen a relaciones de horizontalidad y de respeto de los derechos humanos, territorios y bienes naturales.” Desde Radio Progreso, se sigue el proceso judicial del asesinato de Cáceres reclamando justicia en un caso de total impunidad gubernamental. Los documentales dirigidos por Radio Progreso, como anuncian en la web, cuentan la realidad de Honduras desde el punto de vista de los que están directamente involucrados en los distintos conflictos sociales. Guardiana de los ríos, es un documental de aproximadamente una hora que, además de contar con testimonios locales de La Esperanza, Intibucá detalla la corrupción de empresas como DESA y la manipulación de los ejecutivos en las comunidades, a donde se dirigen para extorsionar a sus miembros ofreciéndoles dinero a cambio de su apoyo en los proyectos extractivistas. Igualmente, se centra en el protagonismo del río mediante primeros planos que evidencian la extrema fluidez y rapidez con la que cursan sus aguas. En éstas, juegan, disfrutan y se ríen las niñas Lenca, ofreciendo así una percepción renovada. Las primeras escenas incluyen el testimonio de Cáceres evocando el poder del Gualcarque e identificando a los Lenca como custodios ancestrales del mismo, lo cual se asemeja a las escenas iniciales de Honduras: Blood and the Water. Una de las entrevistas principales en este documental es a María, mujer Lenca comprometida con la lucha de COPINH, que sufrió la violencia de gente contratada por la empresa DESA a cargo de la construcción de la represa. A María le pegaron con un machete y la amenazaron de muerte: “ya en la noche, ya me decía el duende el río…si usted no te pones a defenderme, para dónde voy a agarrar? Porque mi casita me la van a arrancar…yo me levanté con gran ánimo y ahora sí, me voy corriendo pal río…yo llegué al río…este río siempre me llama y yo tengo que andar ahí…ese río tiene espíritu que es santo para nosotros”. Frente a estas perspectivas emergentes que revelan, por un lado, la sujeción a la violencia, y por otro, la cultura Lenca, se repite el carácter espiritual y de significativo valor afectivo del río. Al igual que Cáceres, las personas Lenca sienten una unidad inquebrantable con la naturaleza fusionando los cuerpos comunitarios con los territoriales. Junto al testimonio de María, aparecen escenas cotidianas que retratan a mujeres Lenca cargando el sustento alimenticio cerca del río, a los niños jugando en las fuentes de las comunidades y las voces de diversos copines repasando los últimos días de la vida de Cáceres. Escuchamos a Bertita, la hija de Cáceres, recordando el coraje de su madre a varias mujeres lenca reunidas en torno al río, quienes, a su vez, practican rituales ancestrales. Inmediatamente después, se nos presenta a la madre de Cáceres, Austra Berta, expresando sus sentimientos sobre la pérdida de su hija: “ha sido una tragedia horrorosa para la familia, algo de un incalculable dolor en el alma, porque es algo que no se puede contar, no se puede…, cómo le dijera, desahogarse de lo que realmente solo las lágrimas y la esperanza de que ella está en un mejor lugar”. Mientras transmite el dolor que siente, vemos fotos suyas con Cáceres de joven acompañada con una de sus hijas en una manifestación reivindicando la protección de la naturaleza. Éstas se combinan con el momento actual de la entrevista. A partir de entonces, el documental nos hace partícipes de diferentes reuniones comunitarias donde se explica el peligro que sufren todos los ríos del departamento de Intibucá concedidos a empresas transnacionales. También se aprecian tomas en primer plano de flores, bosques y, de forma reiterante, la agilidad del río. La exuberancia de la naturaleza en todo su potencial y las voces diversas de la comunidad transmiten las perspectivas sumergidas colapsadas en la zona extractiva, que poco a poco emergen con fuerzan hasta que finalmente, se vuelve a escuchar la voz de Cáceres durante la entrega del premio Goldman Environmental Prize de 2015. Su discurso alterna con tomas vivas del Gualcarque, de los niños jugando en sus aguas, de la militarización de los territorios, y de los copines protestando la construcción de la represa.

En ese mismo año, 2016, la directora y productora hondureña Katia Lara estrenó el cortometraje Berta Vive. Recibió 8 premios de reconocimiento internacional incluyendo una mención especial del jurado en la competencia de cortometrajes latinoamericanos del Festival de Cine Internacional de Guadalajara. Berta Vive nos traslada a la provincia de Río Blanco en Abril de 2014 cuando Cáceres recibió la noticia del retiro de Sinohydro del proyecto extractivista. En esa imagen, se encuentra al borde de las aguas del Gualcarque -retratado de forma extensa en el documental-, mientras habla por teléfono con su amigo Ronaldo. La conversación entre Cáceres y Ronaldo es fundamental para que la audiencia escuche y entienda las perspectivas sumergidas y el logro de la lucha hacia la justicia social:

Yo quiero compartirles que María me dijo algo muy lindo… y es que hemos ganado esta lucha. La hemos ganado, pero que el río nos ha ganado a nosotras. Y eso es verdad, porque recuerdo el primer día que vine a meterme, a zambullirme a estas aguas sagradas, porque tiene toda esa energía y ese acompañamiento de nuestros ancestros y ancestras. El COPINH ha demostrado que sí es posible desmontar estos proyectos que vienen a invadir los territorios indígenas. Cerramos con broche de oro esta celebración del COPINH, de sus 21 años y que existir de por sí, ya es un logro para el COPINH, y haber enfrentado estas batallas contra todos los poderes que puedan imaginarse y seguir vivos, vivas, firmes…es un gran logro para la sociedad hondureña, para la historia de este país, para la dignidad.

Tras esta conversación, Cáceres enumera todos los ríos hondureños amenazados por el extractivismo prefigurando un futuro devastador –un modo de duelo anticipatorio que requiere un compromiso serio y ético con la naturaleza –. Su referencia al futuro nos lleva a la noche del asesinato con el testimonio de Gustavo Castro, y del impacto que causó en la organización OFRANEH (Organización Fraternal Negra Hondureña). La muerte de Cáceres está íntimamente relacionada a la crisis ecológica y la inseguridad alimentaria en Honduras, donde el territorio Garífuna se deteriora debido al cultivo intenso del aceite de palma. Las últimas escenas de este documental muestran múltiples celebraciones de la vida de Cáceres alternadas con la cara de tristeza y melancolía de Gustavo, presente aquella fatídica noche. Además, vemos cómo en el funeral de Cáceres se llevaron a cabo bailes y rituales tradicionales de las comunidades Garífuna y Lenca mientras escuchamos a una Cáceres guerrera e indomable durante el recibimiento del premio: “El río Gualcarque nos ha llamado, así como los demás que están seriamente amenazados en todo el mundo. Debemos acudir. La madre tierra –militarizada, cercada, envenenada, donde se violan sistemáticamente derechos elementales– nos exige actuar.” Las escenas finales de Berta Vive revelan un paisaje extraordinariamente bello de montañas verdes rodeando las aguas bravas del río mientras varias niñas y niños de la comunidad disfrutan en este espacio vital. A lo largo del documental, observamos la belleza de los territorios Lencas, las maravillas de la naturaleza y el poder del Gualcarque. Al centralizar el dinamismo y la vitalidad del mismo, aprendemos del otro: nuevas formas de ver que destacan las miradas sumergidas y las posibilidades de intervenir en las zonas extractivas desde la cosmología Lenca. Por lo tanto, estas perspectivas sumergidas emergentes con el fluir del río y desde una memoria Lenca ancestral nos permiten procesar un duelo anticipatorio y una melancolía activista que, además, reflexiona sobre pérdidas como la de Cáceres, la de la cultura Lenca, y la de la naturaleza.

En su artículo sobre el cambio climático, Cunsolo advierte de los efectos negativos que las transformaciones de los paisajes y el medio ambiente tienen en los seres humanos y en su calidad de vida, produciendo una precariedad emocional, física y mental que incluso se experimenta de forma colectiva. Tras su experiencia con las comunidades Inuit en el norte de Canadá, Cunsolo se dio cuenta del impacto nocivo del cambio climático en los territorios y en sus vidas. Observó una presencia recurrente de discursos centrados en la amenaza de la tierra debido al extractivismo. A esta tendencia a narrar el miedo constante por la invasión territorial, la denomina “anticipatory grieving” puesto que en las comunidades Inuit “many people also shared a sense of anticipatory grieving for losses expected to come, but not yet arrived” (172). Ya que tales cambios eran inminentes y su impacto altamente tóxico, “they were already imagining future losses, already experiencing levels of pain of what may come” (172). De manera similar, la comunidad Lenca de Río Blanco por donde pasa el Gualcarque se sintió completamente invadida y atacada al ver cómo iban apareciendo una serie de grúas y conos para demarcar el tráfico iniciando así la construcción de la represa. De la noche a la mañana, la vida tanto de la comunidad como del río cambió de forma drástica, convirtiéndose ambos en víctimas de los daños medioambientales, de la toxicidad y extinción. Asistimos a la devastación de cientos de cuerpos y territorios que históricamente han vivido en armonía con la naturaleza y cuya base económica y espiritual depende de la naturaleza. Los Lenca cuidan el río con máxima atención puesto que allí habitan los espíritus de las niñas quienes protegen a la comunidad, como nos muestra Cáceres siguiendo la cosmología Lenca. Por esta razón, los Lenca se bañan y pescan en el río, lo limpian asegurándose de la ausencia de fertilizantes y pesticidas. Además, llevan a cabo el rito de la compostura para agradecer a la naturaleza por los alimentos que provee.viii Las aguas del Gualcarque se utilizan para abastecer a los animales y mantener una relación horizontal entre humanos y seres terrestres. Mientras sufren debido a las consecuencias de los proyectos extractivistas –deterioro del aire y de la calidad de la tierra por la minería, deforestación y la construcción de represas–, los y las activistas sociales en Honduras arriesgan sus vidas para defender la Tierra. Desde 2009, la resistencia ha ido en aumento y los copines pertenecientes a la comunidad Lenca se han ido organizando para pedir cuentas al ayuntamiento y al gobierno de Orlando Hernández que, como he mencionado anteriormente, se ha dedicado a vender Honduras a las transnacionales. La protección del río se hizo prioridad en todas las luchas interseccionales orquestradas por Cáceres y COPINH. Esta dedicación se ha articulado dentro de los parámetros del duelo anticipatorio, observando a largo plazo la significancia de la destrucción del río. En este sentido, los copines comunican mediante su resistencia y trabajo pacífico, lo que Cunsolo denomina “responses to grief and trauma from other situations and to varying degrees to their current and expected experiences with climatic and environmental change and the understanding of the intimate impact the environmental losses will have” (172). Junto a la apertura de un espacio de duelo político hacia lo no humano, anticipan igualmente la potencial pérdida de activistas medioambientales mientras que lloran las pérdidas pasadas. Como he aludido, miles de activistas han sido asesinados por defender los territorios; razón por la cual, el duelo anticipatorio coincide con una melancolía activista presente que rechaza olvidar el pasado y que interpela estas muertes injustas a través de encuentros disidentes con las autoridades, intervención política, duelo público y arte celebratorio.ix La idea del duelo anticipatorio causa un sentimiento de solastalgia hacia los seres terrestres. Tras su relación personal con los paisajes decadentes del Hunter Valley en New South Wales, Australia, Glenn Albrecht (2017) creó el concepto de solastalgia “as a particular form of psychoterratic distress connected to negatively perceived and felt changes to a home environment, changes that one is powerless to prevent. Solastalgia is succinctly described as ‘the homesickness you have when you are still at home’” (299). Simplemente el hecho de pensar que la destrucción del Gualcarque supone la aniquilación de una cosmología, forma de vida, sostenibilidad económica y de la socialización y espiritualidad comunitaria produce un sentimiento profundo de desolación y de muerte en el espacio considerado “hogar”. Para Cáceres, el río es vida, es el “hogar” de pertenencia de los Lenca y, sin sus aguas, perecemos. Desde el momento en que habla sobre el río, sentimos cómo Cáceres se siente desterrada en su propio espacio. La conexión íntima con el Gualcarque muestra una comunidad afligida cuyo estado permanente de duelo resistente y melancolía activista por los humanos y los seres terrestres se traduce en acción, y cambio social positivo hacia la justicia medioambiental. Según afirma Albrecht, la solastalgia se siente tanto individual como colectivamente en contextos de fractura hidráulica o minería y cuando, como resultado, se desafía nuestro sentido de lugar y pertenencia. En el caso de la comunidad Lenca, se experimenta una amenaza inminente por la construcción de la represa.

Una alteración significativa de nuestro medioambiente causa sentimientos de solastalgia, lo que nos permite desarrollar un nuevo lenguaje para articular el duelo resistente y la melancolía activista. Sorprendentemente, la solastalgia no conlleva a la parálisis o inacción; por el contrario, introduce la posibilidad de acción para transformar el presente. Estos ejemplos de activismo constituyen las perspectivas sumergidas analizadas anteriormente y se pueden identificar con la elegía proléptica al referirse a los actos celebratorios que se niegan a abandonar las pérdidas pasadas, presentes o futuras y que enfatizan una responsabilidad ética hacia dichas pérdidas.

Este tipo de duelo no solo se opone al lamento convencional basado en el proceso de conclusión del duelo como superación exitosa, sino que se resiste a la terminación de dicho proceso al reivindicar la necesidad de continuar los esfuerzos activistas. Plantear el fin del duelo como objetivo reproduce el estatus quo forjado en el olvido, abandono y sustitución de las pérdidas de vidas que importan y en la destitución de aquellas vidas que no importan. Como Rae (2003) afirma en su artículo “Double Sorrow: Proleptic Elegy and the End of Arcadianism in 1930s Britain,” “proleptic elegy could just be added to the arsenal of resistant modes of mourning compiled in recent years by activists looking for social hope in devastating loss” (265). Y en la búsqueda de la esperanza social, estos documentales son ejemplos de elegías prolépticas articuladas por medio de la melancolía activista y del duelo anticipatorioSegún Elizabeth Helsinger (2010), “the modern visual elegy continually confronts us with the moment of overwhelming grief, the particular event of death that gestures to the enormity of mass destruction. When elegy begins to refuse the ‘normal’ work of mourning, its pictorial forms acquire new power” (676). El efecto y afecto inmediatos de belleza y esplendor que nos muestran los documentales se mezcla, desgraciadamente, con la amenaza de abatimiento y desamparo como podemos ver en Honduras: Blood and Water mediante la imagen satélite que reproduce la perspectiva extractiva. Así, se nos invita a actuar críticamente y a desafiar las prácticas depredadoras del extractivismo.

 

Conclusión: apuntes finales sobre las perspectivas sumergidas y la solastalgia en la comunidad Lenca.

Los documentales presentados en este ensayo rescatan perspectivas sumergidas y nos invitan a imaginar nuevas formas de ver, sentir, pensar y concebir procesos de duelo anticipatorio y melancolía activista. Custodios y custodias del río Gualcarque, los Lenca sufren el acoso diario del extractivismo, y la militarización de sus cuerpos y de los territorios. Retratados estos conflictos de forma minuciosa a través de los documentales, nos imbuimos en un proceso de duelo anticipatorio y melancolía activista que así mismo recupera y restaura tanto a Cáceres como la cosmología Lenca, reorganizando lo humano y lo natural de forma indiferenciada, y rompiendo los binarios convencionales que otorgan supremacía a ciertas subjetividades construidas como superiores. En este sentido, atender a una percepción renovada producto de las perspectivas sumergidas, nos permite visibilizar comunidades y colectivos históricamente precarios dentro de los parámetros de la “humanidad.” Además, tales perspectivas incluyen formas alternativas más allá de lo humano para incorporar a los seres terrestres y la naturaleza. En esta dirección, Cunsolo, Landman y Albretch junto a otros colaboradores de Mourning Nature, crean un nuevo lenguaje y sentimientos de solastalgia que imaginan alternativas en la incorporación efectiva y afectiva de las pérdidas que experimentamos y que no son humanas. El reconocimiento de la vulnerabilidad espacial y medioambiental se torna fundamental para poder instaurar prácticas que respeten y sostengan la biodiversidad y la multiplicidad de ecosistemas. Al analizar el cambio climático como expresión de duelo, Cunsolo sugiere cuatro maneras de repensar la Tierra como cuerpo digno de duelo: 1) ensalzar y elogiar los nombres de los elementos naturales en peligro; 2) ver el duelo como oportunidad de asumir las responsabilidades compartidas desde un perspectiva global y poder entender este proceso desde la ética, lo personal, la colectividad y la política; 3) reconocer que la distribución injusta de la vulnerabilidad sobre los cuerpos que no importan y la naturaleza crea un mecanismo de resiliencia para responder positivamente a la destrucción medioambiental y al cambio climático 4) organizar actos públicos de duelo articulados desde la resistencia afectiva afirmando así la relevancia de los seres terrestres y reivindicando pensamiento crítico y conciencia democrática (178). Si queremos entender el compromiso de Cáceres con el río Gualcarque debemos empatizar con los sentimientos de solastalgia y actuar críticamente. Las historias contadas por Cáceres y la comunidad Lenca reflejan la eficacia de integrar pérdidas o posibles pérdidas de la naturaleza comunicando anticipadamente el duelo de un río cuyo flujo, vitalidad y fuerza se encuentran en peligro debido al extractivismo. Cáceres, murió por el Gualcarque a pesar de que su lucha es global. Por lo tanto, desde la solastalgia, los documentales Honduras: Blood and the Water, Guardiana de los ríos y Berta Vive ejemplifican elegías prolépticas que cimientan el camino hacia la justicia social, otorgando oportunidades de vida a los seres terrestres, protegiendo el futuro de la humanidad y escuchando a y aprendiendo de cuerpos que, definitivamente, importan.

 

Notas

i El extractivismo o neoextractivismo es el modelo de extracción de recursos naturales de forma intensificada y a gran escala cuyas consecuencias sociales y medioambientales son devastadoras. Teóricos del extractivismo como Eduardo Gudynas o Alberto Acosta examinan el papel predominante del estado en los países latinoamericanos a la hora de aprobar y animar a empresas (trans)nacionales inversiones multimillonarias en la extracción de materias primas. Tanto gobiernos de derechas como de izquierdas, según señalan, participan de estas relaciones económicas globales, aunque bien es cierto que los gobiernos de derechas –como es el caso del gobierno hondureño– muestran una actitud altamente agresiva en las concesiones de los territorios nacionales. Dentro del análisis de contextos geográficos específicos en Ecuador o México, Maria Svampa examina cómo las particularidades de este extractivismo contemporáneo acarrean el acaparamiento de tierras, la militarización de los territorios y la desterritorialización de las comunidades indígenas.
ii La comunidad Lenca lleva años sufriendo la depredación de la naturaleza mediante proyectos como la construcción de la presa hidroeléctrica Agua Zarca en el río Gualcarque, perteneciente a la región de Río Blanco. El gobierno de Juan Orlando Hernández concedió el proyecto Agua Zarca a la empresa china Sinohydro para construir la represa sin consulta previa a la comunidad Lenca; lo cual violó el Convenio 169 firmado en 1989 y adoptado por Honduras en ese mismo año. En 2013, Sinohydro decidió retirarse del proyecto tras el asesinato de un miembro de COPINH, Tomás García, en una protesta pacífica. Después de la salida de gigante chino, el proyecto pasó a manos da la empresa nacional DESA (Desarrollo Energéticos S.A) y la situación de la comunidad Lenca empeoró drásticamente debido a la intensa militarización de la zona y el cúmulo de amenazas a COPINH, lo que resultó en el asesinato de Cáceres Cáceres. El director ejecutivo de DESA, miembro de la familia Atala Zablah y otros constituyentes son los autores intelectuales del asesinato. Sin embargo, los niveles de impunidad y corrupción en el gobierno han conseguido mantener al margen a la élite hondureña. DESA recibió préstamos del Banco Mundial, el Finnfund y el Dutch Bank, los cuales retiraron las subvenciones meses después de la muerte de Cáceres.
iii Desde la destitución de Manuel Zelaya en el verano de 2009, se han sucedido una serie de gobiernos derechistas y corruptos, dedicados a conceder Honduras a las empresas (trans) nacionales para proyectos extractivistas. Porfirio Díaz Lobo afirmó en 2011, la apertura de Honduras a los negocios, y el actual presidente Juan Orlando Hernández ha continuado esta tendencia despreciando, infravalorando y criminalizando a las comunidades opuestas a dichos proyectos. Zelaya consiguió disminuir las diferencias socioeconómicas la introducir programas sociales dirigidos a las comunidades más desamparadas, como menciona Lety Elvir. El progreso social al que embarcó a Honduras fue muy criticado por la élite dominante y los conservadores. Esto produjo el golpe de estado del 28 de Junio de 2009 y, desde entonces, profesores, activistas, periodistas, campesinos, el colectivo LGTBQ+, las comunidades afroindígenas e indígenas, mujeres, etc, se han sumado a la resistencia. Desde aquel fatídico verano, cientos de personas contrarias a las políticas de muerte establecidas por el gobierno han sido asesinadas.
iv En el caso concreto de Honduras, hay varias regiones en peligro de “extinción” debido a varias formas de extractivismo depredador como el monocultivo del aceite de palma, la minería a cielo abierto o la construcción de represas. Los indígenas de Guapinol y de la zona de Agúan llevan años manifestándose y protestando estas políticas de muerte. (Ponce Lara)
v En Earth Beings: Ecologies of Practice across Andean Worlds, Marisol de la Cadena introduce el concepto de “earth-beings” o, como lo traduzco en el presente artículo, “seres terrestres” dentro del campo de la geografía para reafirmar la importancia de las cosmologías del Sur Global con la intención de deconstruir el binario jerárquico cultural de lo humano versus lo no-humano. Con el término que la acádemica utiliza, reinscribe inmediatamente la capacidad de “ser” –being – más allá de los contornos de la humanidad.
vi Idelber Avelar reitera la necesidad del duelo y del testimonio en la literatura postdictatorial para afrontar las pérdidas causadas por las dictaduras, ya que la representación se convierte en herramienta fundamental para entender un pasado marcado por la violencia y para restituir las pérdidas que teme vayan a ser olvidadas en un sistema de mercado neoliberal fundamentado en el consumo incasable de objetos nuevos que ayuden a olvidar el pasado. Para Avelar, como mencionan Ana María Sánchez y Teresa Basile, se trata de implementar un “ duelo en suspenso, incumplido, que se resiste a enterrar y a sustituir el objeto perdido, y que por ello se acerca a la melancolía” (334).
vii La cosmología Lenca cuestiona los conceptos de “progreso” y “desarrollo” construidos por la cultura occidental y basados en la acumulación de capital considerando este proceso en términos económicos para alcanzar un estilo de vida estructurado desde la óptica del “éxito” occidental. En este sentido, las culturas no occidentales se oponen a tales conceptualizaciones sobre el “progreso” y el “desarrollo” que no comulgan con sus cosmologías. Las ecofeministas Maria Mies y Vandana Shiva critican esta imposición occidental debido a las consecuencias devastadoras en los cuerpos de las mujeres y de los territorios. En el contexto hondureño, Christian Loperena examina el concepto de “progreso” equivalente a la mentalidad del colonizador blanco por usurpar y apropiarse de tierras ajenas.
viii En su estudio sobre los ritos sagrados de la comunidad Lenca, Ermesinde De Strijcker analiza la economía de la comunidad através de sus experiencias en Honduras. Las composturas son parte integrante de la economía de subsistencia y de la cosmovisión de la historia Lenca. Consisten en agradecer a la tierra los productos que ofrece para posibilitar el desarrollo comunitario. Los Lenca han mantenido y siguen manteniendo una relación espiritual, íntima y sagrada con la tierra cuidando de ella de la misma forma que cuidan de sus miembros ya que en la cosmovisión Lenca, el ser humano es uno con la naturaleza.
ix Global Witness identificó a Honduras en 2017 como el país más peligroso del mundo para los activistas medioambientales. A nivel global, el record de asesinatos se produjo en 2020 con 227 muertes, teniendo en cuenta que los números oficiales acompañan a todos aquellos que no quedan registrados, como la propia fuente afirma. Las terribles estadísticas incluyen hombres y mujeres que protegen los ríos, bosques, mares, montañas, etc. de proyectos de muerte, como son los extractivistas. Además, todos estos proyectos se llevan a cabo en el Sur Global, espacio históricamente vulnerabilizado y marginalizado.

Obras citadas

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Irune del Rio Gabiola
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es Catedrática de Español y Estudios de Raza, Género y Sexualidad en la Universidad de Butler donde enseña cursos sobre estudios queer, feministas, postcoloniales y culturas latinoamericanas y caribeñas. Es la autora de Affect, Ecofeminism and Intersectional Struggles in Latin America: A Tribute to Berta Cáceres y Resistant Bodies in the Cultural Productions Transnational Hispanic Caribbean Women: Re/imagining Queer Identity. Además, ha publicado numerosos artículos en revistas de prestigio como Middle Atlantic Journal of Latin American Studies, Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, Chasqui, Revista Hispánica Moderna, Hispania o Revista de Estudios HIspánicos, entre muchas otras.