Foto: Perú Libre

Reflexiones sobre el Perú en sus elecciones bicentenarias

Este 28 de julio el Perú celebró oficialmente sus 200 años de república independiente. Ese mismo día Pedro Castillo Terrones juramentó como presidente. Campesino, rondero, sindicalista y maestro rural, Castillo postuló a las elecciones presidenciales como candidato de Perú Libre, un partido de izquierda formado en Junín, una región en los andes centrales del Perú1. Castillo ocupó el primer lugar de las elecciones presidenciales del 11 de abril con 18.921% de votos válidos. El segundo lugar lo ocupó la candidata de derecha Keiko Fujimori con 15.382 %. Keiko es la hija del exdictador Alberto Fujimori (1992-2000) y lideresa del partido de derecha, Fuerza Popular, con base en Lima. Debido a que ninguno obtuvo el 50% + 1 voto necesario para ganar la presidencia, pasaron a una segunda votación que tuvo lugar el 6 de junio.

Foto: Agencia EFE Mitin de Pedro Castillo en Puno.

Foto: Agencia EFE Mitin de Pedro Castillo en Puno.

El Perú salía a votar en sus elecciones bicentenarias en el peor momento del Covid, con hospitales colapsados y 300 muertos diarios. La pandemia había exacerbado las desigualdades económicas y sociales, evidenciando la falla constitutiva de un modelo neoliberal que por casi 30 años había prometido falsamente un desarrollo equitativo. Para la socióloga Anahí Durand (actual Ministra de la Mujer), el Covid-19 nos confrontó con un modelo que había precarizado lo público y las condiciones de vida de la mayoría en los aspectos de salud, derechos laborales, educación. 2 Quizá una de las imágenes más dolorosas que nos dejó la etapa inicial de la pandemia fue la de centenares de familias saliendo de Lima para regresar a pie a sus comunidades en los Andes y en la selva debido a la falta de empleo y por miedo al contagio en la capital. “Ese éxodo a la inversa”, como se le llamó, fue una odisea para muchas familias, mientras que significó la muerte para otras que sucumbieron en el camino por el virus3.

La pandemia también reveló cuán lejos estamos de librarnos de un patriarcado que se expresaba en los espacios domésticos en donde las mujeres y las personas de la diversidad sexual tuvieron que confinarse con sus agresores. Se expresaba también en el plano estatal en la falta de reconocimiento y asistencia a las labores de cuidado que pesaron más sobre las mujeres, quienes no sólo tenían que trabajar sino ser cuidadoras, además de compañeras, madres y esposas. En los pueblos indígenas y campesinos de regiones rurales, las restricciones de la cuarentena que el gobierno planificó pensando en las ciudades fueron incompatibles con su cotidianidad y situación laboral. Estos tuvieron que lidiar no sólo con el abandono del gobierno en esta crisis sanitaria, sino con proyectos extractivos que no pararon en sus territorios.

Así, lxs peruanxs llegaban a estas elecciones con un dolor profundo por haber perdido a sus seres queridos y en medio de una exacerbación de las disparidades sociales. Llegaban también con un alto grado de desilusión política tras un periodo de ingobernabilidad que empezó en 2016 comandado por Keiko Fujimori. Con todo, las elecciones de este año albergaron la esperanza de salir de este ciclo de crisis. Sin embargo, los eventos ocurridos en la segunda vuelta, en lugar de conducir a una calma social y política, confirmaron el carácter antidemocrático que se había acentuado en la derecha debido al miedo al ‘comunismo’ y a perder el monopolio del poder. Luego del 6 de junio, con Castillo ad portas de ganar las elecciones, Fujimori se negó a reconocer los resultados que la daban como perdedora y buscó, con la venía de los medios comunicación hegemónicos, los frentes políticos de derecha y el empresariado en general, robarse la elección.

Lo que sigue es un recuento de este último periodo de inestabilidad política iniciado en 2016 y que cubriré hasta después del 28 de julio de este año. A la vez, saliendo un poco del recuento para entrar en el análisis plantearé una lectura de los hechos mencionados a partir de una consideración histórica, para abordar los pensamientos y visiones contrastivas de país que colisionaron en estas elecciones y en este bicentenario. Así, entender la actual complejidad política del Perú y su fragilidad democrática implica hoy desafiar un concepto de crisis como excepción, para en su lugar enfocarnos en los problemas estructurales de larga trayectoria, como el racismo, el clasismo, el machismo y una mentalidad colonial que este periodo de inestabilidad ha sacado a la luz. Al centrarme en este periodo, este texto en su mayor parte aborda las operaciones antidemocráticas realizadas por la derecha en colusión con un pensamiento señorial que se encuentra bien engranado en la capital. Hacia el final, me desviaré de esta ruta sin abandonarla por completo para asumir una tarea más complicada, que implica salir del cerco de esa crítica para indagar muy preliminarmente en la complejidad interna del nuevo gobierno. En ese sentido, siguiendo la senda tomada por un sector de la sociedad civil que apoya a Castillo, la crítica a la derecha es un ejercicio que debe complementarse con una crítica solidaria y necesaria, porque el gobierno, si bien entrampado en un contexto hostil y de intrigas constantes, también tiene que ser responsable de sus propios tropiezos.

De las elecciones del 2016 al 2021

En el 2016, Fujimori perdió ante Pedro Pablo Kuczynski (PPK), economista y candidato también de derecha. A pesar de sus credenciales políticas y conservadoras, PPK llegó a la presidencia gracias a un sector fuertemente antifujimorista y una izquierda progresista que lo consideraron el ‘mal menor’ frente al prontuario de impunidad, corrupción, autocracia y violación a los derechos humanos representado por la otra parte. Ya para entonces era claro que Fujimori era la heredera política del padre, pues había hecho carrera capitalizando los ‘logros’ máximos de la dictadura: el fin del terrorismo y la implementación del modelo neoliberal, ambos conseguidos en un periodo antidemocrático y manchado de sangre4. Esta negación de la violencia y de la culpa fue clave para que Fujimori padre y su asesor político en las sombras, Vladimiro Montesinos, forjaran una narrativa en la que se reinventaban a sí mismos como salvadores y modernizadores del país5. Así, justificaron crímenes de lesa humanidad y la corrupción como ‘errores’ o ‘males necesarios’ que se cometieron en el camino. Por su parte Keiko internalizó esta ficción para librar a su progenitor de toda culpa que pudiera empañar su propia carrera política. Más peligroso aún, Fujimori ha continuado a su estilo con las mañas antidemocráticas, el cinismo y la vocación delincuencial de su progenitor, todo lo cual a su turno ha pasado a normalizarse como forma general de hacer política en el Perú.

En 2016, tras la victoria de PPK, Keiko alegó un fraude inexistente por primera vez. Sin embargo, esta mentira no tuvo mayores repercusiones, quizá porque el nuevo presidente fue aceptado fácilmente por los empresarios y los poderes fácticos neoliberales que dominan el país. Pronto Fujimori se secó las lágrimas de la derrota porque sabía que iba a estar a la cabeza de una mayoría opositora en el congreso. Faltando a la Constitución, no tuvo tapujos en anunciar que ‘gobernaría’ desde el poder legislativo sin tener esa facultad; ni tampoco los tuvo cuando, a regañadientes y con tufo de amenaza, le deseó suerte al nuevo gobierno y sus electores 6. Desde el congreso, el fujimorismo se mostró como una fuerza revanchista, irracional, corrupta y carente de un proyecto político que no fuera el sabotaje y el abuso del poder para el beneficio propio. Desde el 2016, Fuerza Popular usó la ley como arma política para deslegitimar al gobierno de turno, censurar a sus ministros, blindar jueces corruptos y bloquear iniciativas en materia de género y educación. Los resultados políticos de ese periodo de obstrucción fueron dos vacancias presidenciales y cuatro gobiernos en cinco años, siendo el penúltimo el resultado de un golpe de estado congresal 7.

A diferencia de las anteriores elecciones, la urgencia de Fujimori por llegar al ejecutivo respondió a un propósito de sobrevivencia. El 11 de marzo de este año, el fiscal José Domingo Pérez presentó una acusación al Poder Judicial en la que pidió 30 años y 10 meses de cárcel para ella y su equipo por los delitos de organización criminal, lavado de activos y obstrucción a la justicia. Otra acusación sindicó a Fuerza Popular como una organización dedicada a lavar y blanquear aportes ilegales en las campañas presidenciales de 2011 y 2016 8. Bajo estas circunstancias, el riesgo de perder las elecciones atizó el espíritu antidemocrático y revanchista que Fujimori ya había cultivado. Sin embargo, este hecho no sólo estímulo ese ánimo en ella, sino en los sectores políticos de derecha y centro, así como en aquellos de la sociedad civil que sin ser élite habían internalizado un emprendedurismo del self-made, que los hacía propensos al miedo de perder sus propiedades y su posición social. Todos estos frentes hicieron cuerpo con el fujimorismo en las elecciones en la segunda vuelta atrincherándose detrás de un enemigo común: la amenaza comunista que, para ellos, representaba Castillo y Perú Libre. Esta narrativa del cuco comunista, que una derecha internacional ha reposicionado en el ambiente para frenar el avance de las izquierdas en la región, se juntó en el caso peruano con otro fantasma insepulto en el inconsciente colectivo de las élites políticas. La acusación de comunismo no fue una simple provocación política que brotó coyunturalmente, sino que se engarzó con el temor casi ancestral de estas élites a que los ninguneados por ellos los desplacen del poder, y a que el modelo neoliberal, que había mantenido intocables las viejas jerarquías en los últimos 30 años, fuera a desaparecer.

Figura 1. Imagen de autorx desconocidx, usada por muchxs cibernautas de varios países para llamar la atención sobre el fantasma del comunismo usado por la derecha.

Figura 1. Imagen de autorx desconocidx, usada por muchxs cibernautas de varios países para llamar la atención sobre el fantasma del comunismo usado por la derecha.

Figura 2. Excandidato presidencial, Alfredo Barnechea, en portada de diario de derecha. En un mitin a inicios de julio llamó a las Fuerzas Armadas a que se rebelen y no acepten a Castillo como presidente para salvar al país del comunismo y el terrorismo.

Figura 2. Excandidato presidencial, Alfredo Barnechea, en portada de diario de derecha. En un mitin a inicios de julio llamó a las Fuerzas Armadas a que se rebelen y no acepten a Castillo como presidente para salvar al país del comunismo y el terrorismo.

 

 

 

 

 

El golpe lento”, racismo y terruqueo

Poco después del 6 de junio, Fujimori denunció un supuesto fraude sistemático ante la posibilidad cada vez más clara de su derrota. Por 43 días, Keiko lideró una cruzada demencial a lo Trump, haciendo uso y abuso del sistema judicial para exigir al Jurado Nacional de Elecciones que probara un fraude que ella y sus aliados políticos intuían pero que no podían demostrar. De esta manera, alegando sustitución de votantes, así como la votación de fallecidos y la inclusión de menores de edad como miembros de mesa, Fujimori y sus abogados demandaron la anulación de 500 mil votos provenientes de sectores rurales en los Andes y la Amazonía, los más empobrecidos e invisibilizados del país. Mientras esta coalición en torno al fraude decía defender el voto ciudadano (léase, el que favoreció a Fujimori), violaba el derecho de pueblos indígenas y campesinos al voto y la libre determinación como si estos fueran ciudadanos de segunda categoría9. “Con mi voto no te metas” fue la consigna delirante que ciudadanxs de muchos sectores (especialmente de clase media y alta) adoptaron en las calles.

Figura 3. Simpatizantes de Keiko Fujimori en manifestación contra el falso fraude el 8 de junio. Foto: Reuters

Para el historiador José Ragas, el rechazo a los votos rurales expresó un miedo por parte de las élites limeñas, representadas por el fujimorismo, a perder el control político10. Con esto, hay que reconocer que este miedo (siguiendo al historiador Alberto Flores Galindo en el clásico Buscando un Inca) nos retrotrae al último tramo de la historia colonial, cuando en 1780-1781 estalla la rebelión de Túpac Amaru II, realizada por este cacique cusqueño de la mano de Micaela Bastidas y Tomasa Titu Condemayta. Para la historiadora Cecilia Méndez, la élite ilustrada encabezadas por criollos y mestizos creó un imaginario en relación con indígenas y campesinos como personas dóciles y frugales, mientras que omitía de sus anales la memoria de la rebelión cusqueña. A medida que el siglo XIX engendraba más rebeliones indígenas y campesinas, las representaciones pasivas y melancólicas del criollaje blanco sobre la ‘indiada’ (modo despectivo de dirigirse a estos pueblos) se presentaban como una expresión inversa de lo que venía ocurriendo en el plano de las luchas sociales. Siguiendo a Méndez, este deseo de control sobre el ‘indio’ en lo simbólico abrió paso al diseño de una topografía racializada, por la cual lxs campesinxs e indígenas fueron pensados como habitantes exclusivos de la sierra, es decir, como alejados de los centros urbanos de poder y, por tanto, símbolos del atraso. La Amazonía, por su parte, aparecía en este mapa como la región más salvaje. El estado peruano vio esta región como tierra baldía a ocupar y a sus habitantes, como esclavos. En este imaginario, Lima quedó como la ciudad letrada, centro blanqueado de poder económico, social, cultural y política. Cercada por estas marcadas fronteras históricas y sociales, la capital sigue desarrollándose de espaldas al país.

Como tenía que pasar, el miedo a la revancha ‘india’ se tradujo en términos de derechos. Siguiendo a Ragas, en 1896 se eliminó el sufragio directo y se prohibió el voto de quienes no sabían leer ni escribir. Esto debido a que el peso demográfico que tenían los pueblos indígenas en ese entonces decidía quién sería presidente. No saber leer ni escribir significa no poder hacerlo en español, lo cual ha quedado en la mentalidad blanqueada capitalina como sinónimo de ignorancia. El voto universal declarado en el 1979 que reconoció por fin el derecho al voto de estos pueblos fue saboteado por Sendero Luminoso cuando en 1980 le declaró la guerra al estado quemando ánforas y padrones electorales en el distrito Chuschi, en Ayacucho. Frente a este contexto histórico, el intento de Fujimori de invalidar los votos rurales es una muestra más que esa falta de reconocimiento de sus derechos y de su voluntad política no es una cosa del pasado. Demuestra también la desesperación que se generó cuando quienes se suponía eran los subalternos salían de su “lugar” asignado para llegar al poder.

Este desprecio por lo indígena, campesino y provinciano quizá tenga en el laureado escritor Mario Vargas Llosa (MVLL) a su más sonado representante internacional. Si luego del autogolpe de Fujimori padre en 1992, el Nobel había catalogado al fujimorismo como un peligro para la democracia, durante la segunda vuelta cambió su posición política para convertirse en uno de los más férreos aliados de Keiko y defensor de la teoría del fraude. Durante la campaña de segunda vuelta, denunció el fraude desde España, en donde reside ostentando su título de Marqués y de autoridad moral debido a sus credenciales literarias. La fuente de su denuncia: lo que le decía Fujimori. Así de desafortunado. Para el sociólogo Vicente Otta, con esta actuación se “completa así, un tortuoso y triste deterioro ético que se inicia bastante tiempo atrás pero que algunos éxitos literarios, auténticas corridas hacia adelante, impidieron verlo con claridad”11. Sin embargo, la obra misma del Nobel es el testimonio de un paradigma conservador cuando toca la realidad peruana, la que entendía y entiende desde una visión maniquea, básica y decimonónica de civilización vs. barbarie, en donde el occidente colonial/moderno encarna lo primero y el indígena anacrónico, lo segundo de manera irremediable.

Los escritos no-ficcionales de MVLL, publicados en libros y columnas de opinión, reproducen este paradigma aun más crudamente. En “Cuestiones de conquista: lo que hizo Colón y lo que no hizo” señala: “Si me viera obligado a elegir entre la preservación de las culturas indias y su completa asimilación, con gran tristeza elegiría la modernización de la población indígena […] Es trágico destruir lo que aún vive, todavía una posibilidad cultural impulsora, aunque arcaica; pero me temo que tendremos que tomar una decisión (…) donde existe tal brecha económica y social, la modernización sólo es posible con el sacrificio de las culturas indígenas”. Su visión de las naciones indígenas como cuerpos sacrificables y destinados a desaparecer culturalmente en un contexto de modernización nos remite a un deseo no tan velado por su desaparición física. Coherente con esta línea de pensamiento, no es de extrañar sus declaraciones a favor de la conquista española, en un texto en que defendió su legado más preciado, el castellano. “El castellano” -dice— “reemplazó a las mil quinientas (…) lenguas, dialectos y vocabularios que hablaban en América del Sur las tribus, pueblos e imperios. Como no se entendían, vivieron muchos siglos entregados al pasatiempo de entrematarse”12. Ni el castellano ‘reemplazó’ a las lenguas originarias, ni los pueblos por malentenderse se volcaron a su propia destrucción. Este fake news de episodio bíblico del Nobel le sirve de retórica para eximir el colonialismo trasatlántico español de cualquier barbarie.

La necesidad de acabar con la ‘barbarie indígena’ se ha vuelto más urgente en un contexto en donde la amenaza comunista acecha a nivel internacional, comandada por Cuba y Venezuela, manipulando a la ciudadanía y a los sectores populares más empobrecidos. Así al menos lo ve VLL, y los líderes de derecha en la región13. No es casualidad que VLL esté embarcado en su propia cruzada de la mano de think tanks como el Interamerican Institute of Democracy y la Fundación para la Libertad, esta última fundada por él mismo en 2002. Ambas son algunas de las entidades responsables del revival del cuco comunista en Latinoamérica en un universo paralelo en donde la Unión Soviética y la Guerra Fría no son cosas del pasado. En el caso peruano, este revival es repotenciado por un racismo histórico y señorial como señalábamos arriba. Por eso no sorprendió que, a mediados de junio de este año, en una entrevista MVLL calificara a Castillo de persona ignorante, cuyas propuestas económicas son expresiones de “una enorme incultura desde el punto de vista económico y desde el punto de vista de la modernidad”. Asimismo, calificó los sectores mayormente rurales que votaron por él como “irresponsables”, “poco informados” por vivir en “pueblos apartados”, y objetos de una manipulación ideológica “marxista-leninista”14.

En un artículo publicado el mismo día de la segunda vuelta, esa ficción internalizada por el Nobel lo llevó a instar desesperadamente a la gente a que vote por Fujimori. Para tal propósito imaginó una distopia de lo que pasaría con el Perú si Castillo llegase al poder: “[seria] un país devastado por la censura, la incompetencia económica, sin empresas privadas ni inversiones extranjeras, empobrecido por burócratas desinformados y serviles, y una policía política que ahoga a diario fantásticas conspiraciones creando una dictadura más feroz y sanguinaria de todas las que ha conocido el país a lo largo de su historia”15. Esta pesadilla apocalíptica de VLL nos lleva de regreso a lo pre-moderno y pre-neoliberal para vendernos la idea de que la izquierda es la barbarie que necesita desaparecer porque encarna la dictadura sangrienta y la violación de la libertad individual, más aún si es una representación campesina, indígena o provinciana, pueblos “desinformados” y “serviles”. Lo curioso es que esta imagen desastrosa de la izquierda, en general en el discurso vargaslloseano, depende de la borradura histórica del barbarismo de la derecha peruana y latinoamericana. VLL silencia de la historia a las dictaduras de derecha que implementaron el neoliberalismo en Latinoamérica, porque después de todo cumplieron el acto civilizatorio de asegurar la libertad individual mediante la centralidad, no de las personas, sino de la empresa privada y la inversión extranjera.

Este desprecio racial que ya es en sí una violencia verbal se yuxtapuso a un escenario polarizado que dio rienda suelta a la violencia física. Durante la campaña electoral, La resistencia y Los combatientes operaron como grupos de choque del fujimorismo llevando a cabo campañas de acoso y hostigamiento hacia autoridades electorales, funcionarios, políticos, periodistas, artistas y otros miembros de la sociedad civil que criticaban a Fujimori y se oponían a la mentira del fraude. En fotos grupales que circularon por las redes, aparecían haciendo el saludo nazi16. Estos grupos fascistas son los que ahora gritan afuera del congreso pidiendo vacancia presidencial, golpe de estado y llamando a la insurgencia. En un tono igual de supremacista y violento, limeños de clase alta volcaron sus frustraciones en redes amenazando con boicotear el turismo en las regiones que votaron por Perú Libre. En una comunicación interna, que luego se hizo pública, llamaron a destruir esos espacios, a violar a las mujeres y a que regresen las esterilizaciones forzadas.17 Éstas últimas fueron parte de un plan implementado por el gobierno de Fujimori que consistió en operaciones quirúrgicas realizadas sin consentimiento a más de 300 mil mujeres quechuahablantes. El propósito era cumplir con el requisito de control demográfico del Banco Mundial y obtener los préstamos para reactivar económicamente el país.18 La violencia del comentario ratifica cómo la necropolítica ejercida en este caso, en contra de cuerpos y pueblos ya vulnerados por la guerra, se volvió parte de una visión social que no ve este hecho como delito sino como necesidad insatisfecha por desechar cuerpos considerados improductivos y obstáculos para el progreso.

 

Figure 4. Miembros del grupo extremista autodenominado “Los combatientes". Foto: Facebook de Roger Ayachi Soria.

Figura 5. Genialidad del caricaturista Carlín, en donde convierte a Fujimori en «Yellowstone Wolf», el vikingo del asalto al Capitolio. Foto: diario La República (9 de junio de 2021)

Otra forma de violencia verbal que promovió la física es el ‘terruqueo’, el cual se dio durante la campaña contra lxs simpatizantes de Castillo, lxs antifujimoristxs, Perú Libre y, por supuesto contra el actual presidente. ‘Terrucx’, forma coloquial y despectiva de llamar a alguien ‘terrorista’, es un término que, aunque había sido usado en elecciones anteriores, alcanzó en ésta un nivel de abuso fuera de control propiciado por el pánico informativo generado por la prensa, la derecha y los sectores sociales que se sintieron amenazados con el arribo de un gobierno de izquierda. La frase “cállate, terrucx” se hizo popular en redes. Para el historiador Carlos Aguirre, su uso nos remite al conflicto armado interno (CAI, 1980-2000) ocurrido entre el estado peruano y el grupo terrorista Sendero Luminoso (SL) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). El término emergió, según Aguirre, en el sur andino, durante el periodo más cruento de la guerra. No queda claro si surge de lxs campesinxs que llamaban así a Sendero, o de las Fuerzas Armadas, las que una vez declarado el estado de emergencia en esa región usaron el epíteto como insulto para facilitar la deshumanización y la violencia contra la persona acusada de ser aliada o integrante de SL. Lo común era que el ejército considerara a personas quechuahablantes como sospechosas sin prueba alguna en un contexto en donde ‘parecer’ senderista era ser de extracción indígena y hablar quechua u otra lengua indígena. Ahí tenemos, por ejemplo, los casos recopilados por el Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), en donde la palabra en cuestión facilitó los crímenes cometidos por el ejército en el cuartel Los Cabitos, en donde descuartizó y quemó a sospechosos de terrorismo19. Cabe también mencionar la masacre cometida en Accomarca, pueblo en Ayacucho, en 1985, en donde el ejército asesinó a 31 personas entre mujeres y niños después de torturarlxs y violar a las primeras bajo la sospecha de que eran senderistas. En la memoria colectiva de los familiares de las víctimas y de un sector aliado de la sociedad civil, quedan también los asesinatos de 12 estudiantes y un profesor de la Universidad de la Cantuta (1992), así como el asesinato de 15 personas, incluidos un niño de ocho años, en la masacre de Barrios Altos (1991); todas muertes de inocentes cometidas por órdenes del estado20. A pesar de que el terrorismo de SL fue derrotado en 1992, el gobierno de Fujimori padre siguió terruqueando a quienes se opusieron a la dictadura, como estudiantes, sindicalistas, y miembros de bases sociales, con el objetivo de generar psicosociales y empujar a la población a que ejerza rechazo y hasta violencia contra ellxs. En estos últimos años, según el comunicador social Oswaldo Bolo Varela, el terruqueo ha colocado en un mismo saco “a estudiantes que toman el campus universitario, a pueblos indígenas que reclaman derechos negados, a mujeres que deciden sobre sus cuerpos, a trabajadores que demandan mejoras laborales, a instituciones culturales e, incluso, a producciones artísticas que rememoran el pasado social. Todos ellos son representados bajo el mismo perfil, aquel que asocia sus reclamos y agendas reivindicativas con las prácticas terroristas de Sendero Luminoso y el MRTA”21. Lxs familiares de desaparecidxs, ya sean de senderistas, emerristas o de personas que nunca se asociaron con la lucha armada, también han sido denominadxs ‘terrucxs’, lo cual demoniza su incansable búsqueda por la justicia para el beneficio de quienes, todavía en el poder, buscan impunidad y olvido.

El uso del término expresa fuertemente lo poco que la mayoría de la población limeña sabe o ha querido saber sobre la guerra. Llamar ‘terruco’ ligeramente a alguien sin que esta persona hubiera cometido algún acto terrorista reproduce esa lógica arbitraria empleada por el ejército para actuar con impunidad y eliminar al que suponía era su enemigx. Asimismo, al llamar a alguien ‘terrucx’ se ha caído en el acto de usar el dolor de los familiares y de las víctimas de la guerra para propósitos políticos o personales, dejando de lado los reclamos por justicia que éstos vienen realizando durante décadas. “Soy consciente que esta campaña no se trata de mí. Yo soy el medio para evitar que el país no caiga en manos del comunismo”, dijo Fujimori en un mitin de campaña durante la segunda vuelta, asumiendo el papel de salvadora que hace años había adoptado el padre para fines políticos. Como el padre, Fujimori aspira a una reescritura de la historia como lo reveló cuando, en campaña, presentó un plan que proponía revisar los textos escolares y eliminar de ellos la denominación de “guerra interna” para hablar del CAI. “No, señores, lo que vivió nuestro país fue terrorismo, y hay que decirlo así con nombre propio”. Otra vez la narrativa salvadora pretende simplificar la historia mediante una lógica antagónica del estado vs terrorismo para hacer aceptable esta media verdad y para fomentar, en última instancia, una polarización que coloque un sector de la población en contra de otro. El terruqueo recrea esta lógica evadiendo una verdad histórica, de que el terrorismo también vino de parte del estado. De esa forma, se cancela la posibilidad de ir más allá del estigma impuesto para entender las desigualdades históricas que capitalizó Sendero y que lo llevaron a declarar una guerra contra el estado y, no en menor medida, contra el pueblo al que decía defender. Ir a contracorriente de este silenciamiento es necesario porque estas desigualdades siguen existiendo hoy.

El 28 de julio de 2021:

“Comienzo saludando a mis hermanos descendientes de los pueblos originarios del Perú prehispánico, a mis hermanos quechuas, aimaras y amazónicos, a los afroperuanos y a las distintas comunidades descendientes de migrantes, así como a todas las minorías desposeídas del campo y la ciudad.”

Presidente Castillo Terrones, 28 de julio de 2021

Figura 6 | Fuente: Presidencia. Fotógrafa: Karen Navarro

Figura 6 | Fuente: Presidencia. Fotógrafa: Karen Navarro

Castillo empezó así su discurso inaugural el día del bicentenario. Vestido con un traje con motivos andinos y un sombrero característico de la región del norte de donde provenía, su discurso empezó reconociendo que los pueblos ninguneados históricamente seguían existiendo, a pesar de las violencias de un periodo colonial y republicano que “no trajo consigo una mejora real para la mayoría de los peruanos”. Su gesto fue claramente opuesto al negacionismo de las élites y de sectores liberales, quienes, en nombre del progreso, tergiversan y contraen el pasado para que encaje con sus propósitos y miradas sesgadas de país. Para varios periodistas y analistas limeños, este segmento histórico del discurso (del que estas citas son sólo una parte) fue una forma de victimización. Alberto Vergara, un conocido politólogo peruano, declaró que el discurso era una narrativa simplista y hasta una prueba de la vocación autoritaria del nuevo gobierno pues, con este gesto, buscaba la polarización social y el enfrentamiento. Él y otros se sintieron excluidos y amenazados en su blancura porque vieron cuestionado el discurso nacional del mestizaje que encarnaban y que suponían garantía de igualdad22. En una sociedad aparentemente post-racial, poblada por individuos emprendedores, des-indigenizados y acoplados a un modelo incuestionable, la lectura es que “el pobre es pobre porque quiere”. En ese sentido, mirar el pasado resiente, divide y polariza. Mirar el pasado es lo que hacen los resentidos sociales que no pueden asumen sus propias fallas, superar el desprecio del racismo y seguir adelante.

Esta des-identificación que por primera vez experimentan los pobladores, periodistas y una cierta intelectualidad limeña quedó también demostrado en la indignación de muchxs ante el uso del quechua por parte de nuevos funcionarios públicos en entrevistas y discursos políticos. En su mentalidad colonial y centralista, entendieron el uso del quechua como cálculo político, provocación, forma de insulto o mala educación y no como el ejercicio de un derecho elemental y reconocido por la ley de cualquier hablante a usar públicamente su lengua sin ser discriminado, perseguido ni violentado.

Y estos prejuicios son la punta del iceberg de los obstáculos que enfrenta este nuevo periodo de cinco años. Desde la proclamación de Castillo como presidente, la coalición del fraude ha pasado a ser una coalición vacadora que no ha dejado de atacar y escrudiñar al gobierno y sus ministros. Este sector que, se presenta ahora como reserva moral para defender la democracia y la idoneidad para gobernar, ha descalificado al gabinete del premier Guido Bellido, argumentado su incapacidad y vaticinado el fracaso del gobierno incluso desde antes de que culminara su instalación. Se olvidaron muy pronto del daño que ocasionaron al país cuando participaron en la cruzada antidemocrática encabezada por Fujimori, retrasando y saboteando la transición democrática. Ahora bien, algunos ministros sí llegaron con antecedentes complicados que demostraron poca ética y preparación para el cargo. Sin embargo, contrario a lo que decían la prensa y la coalición vacadora, tener poca preparación para el cargo no garantiza el fracaso en las labores asignadas. Es evidente el doble racero porque varios miembros de la élite política que llegaron a ser ministros sin saber nada de sus carteras pudieron ejercer sus cargos en el pasado sin ser cuestionados. Además, hay que toma en cuenta que, para los gobiernos anteriores, no fue difícil conseguir funcionarios para que ocuparan cargos importantes, porque formaban parte de una red política que tomaba turnos para integrar el ejecutivo y gobernar. Ahora que llega un gobierno de provincianos, la acusación de que al ejecutivo le falta idoneidad revela la normalización de un tipo de profesional “amoldado a los requerimientos del orden neoliberal”, que supone ser capitalino, ex estudiante de universidades de prestigio, con grados académicos y conocido en el ambiente político centralizado23.

Quizá el premier Bellido ha sido el más cuestionado por la prensa de todos los nuevos funcionarios públicos. Como Castillo, ha sido acusado de machista y homofóbico, lo cual ha levantado una campaña inusual de parte de la derecha que ahora pretende ser feminista y defensora de las diversidades sexuales. Con razón, los diversos colectivos feministas y LGTBQs reclaman la apropiación de sus luchas. Justamente en solidaridad con elles, es necesario ver más allá de la agenda de la derecha vacadora, porque esas acusaciones no son fabricaciones. Además de haber hecho comentarios desafortunados en el pasado, Bellido en este momento está enfrentando la denuncia de una congresista que lo acusa de haber cometido expresiones violentas y misóginas contra ella. Lamentablemente, éste parece ser un patrón de comportamiento que no se transformará en el corto plazo. Recientemente el premier ha trivializado esta acusación y el tema de machismo, refiriéndose a la violencia de género como algo secundario para el país frente a otras emergencias. Esto eleva aun más la indignación cuando claramente los feminicidios son o deben ser un asunto de emergencia nacional, cuya magnitud se ha notado no sólo en tiempos de pandemia, sino desde hace tiempo y todos los días en la violencia y crímenes de odio que afectan a las mujeres y personas de la diversidad sexual. Bellido debió haber dado un paso al costado, aunque la solución no pasa solamente por el reemplazo. Como ha sugerido la Ministra de la Mujer, hace falta que la clase política pase por un entrenamiento para tomar conciencia de esas violencias y las varias formas en que pueden contribuir a reproducirlas. Al tolerar estos gestos o no distanciarse de ellos tajantemente, poco hace el gobierno en honrar el voto de las colectivas feministas y LGTBQ que respaldaron a Castillo en la segunda vuelta. Sabiendo que ninguna de las alternativas electorales era ideal para ellxs, estas colectivas decidieron votar en contra de la candidata Fujimori que negaba las esterilizaciones forzadas cometidas en tiempos de su padre, y que había bloqueado leyes en el congreso para frenar la violencia de las mujeres y las comunidades LGTBQ24. Así votaron por Castillo, un líder de extracción popular y de izquierda, con el que vieron la posibilidad de dialogar. Sin embargo, hasta ahora no hay gestos concretos de que esa apertura haya sido correspondida. Es debido a esto que no nos podemos quedar en una visión de la derecha como la causa de todos los males, lo cual significaría dejar de ver estructuras de pensamiento que afectan a todxs sin importar la ideología. El gobierno viene denunciando un obstruccionismo causado por la derecha y un racismo histórico que los estigmatiza, lo cual es cierto, pero padecer de una marginación histórica no exculpa reproducir otras ni justifica rechazar críticas que no tienen necesariamente propósitos obstruccionistas.

Asimismo, es verdad que el terruqueo antojadizo en contra del gobierno ha sido resultado del prejuicio como lo señalábamos arriba. Sin embargo, no podemos ignorar que existen miembros de grupos considerados radicales dentro de la izquierda que hoy son parte del partido de gobierno. Sin embargo, esto no significa una interferencia directa en el ejecutivo. La prensa acusa específicamente la cercanía del presidente al Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (Movadef), brazo legal de SL que demanda que los senderistas en prisión sean amnistiados. Según la prensa, los vínculos entre Movadef y Castillo habrían empezado en un momento en que este último formó parte de un sector de maestros que terminó participando de una huelga nacional en 2017. Movadef está integrado por maestros provincianos en su mayoría. Pese a que había miembros de este grupo dentro de la facción de maestros en la que participaba Castillo, Movadef no era representativa de esa facción ni tampoco proclamaba, dentro de ésta ni en ningún lugar, una lucha armada como lo hizo SL. Hay mucho más que decir acerca de esta supuesta cercanía, que no es tal, entre Castillo y este grupo, sin embargo, va más allá del propósito de este ensayo brindar una narrativa más detallada sobre el tema25. Lo cierto es que, si bien el presidente no está conectado con Movadef, hay ministros que sí necesitan hacer un deslinde más claro con su pasado en donde sí tuvieron proximidad con Sendero. O dar un paso al costado. Junto a esto, nos toca salir de ese reduccionismo en el que confluyen sólo dos discursos sobre la guerra, uno que dictamina una narrativa salvadora, como la sostenida por Fujimori, y otra, propugnada por defensores de derechos humanos, que define a las víctimas como personas atrapadas entre dos fuegos26. Hay personas que sin ser terroristas representan una tercera vía. Lo que sigue quedando al margen en estas discusiones y en estas luchas entre izquierda y derecha son los pedidos de justicia de los familiares de lxs muertxs y desaparecidxs durante la guerra.

Volviendo al gobierno, es necesario que éste consolide una red más apropiada de comunicación que permita al presidente reaccionar a las crisis generadas por la prensa. Su silencio no contribuye. Aunque no es justo que dedique su tiempo a responder cada una de las acusaciones y cuestionamientos, muchos sin fundamento, lo que sí hace falta es que Castillo se rodee de un equipo que le ayude a lidiar con la premura con que suceden las noticias en una ciudad tan intensa como la capital, ritmo al cual se viene acostumbrando a la bruta. Para ello, es necesario evitar un infructuoso clientelismo político y rodearse de gente capaz que le asista con las comunicaciones y le aconsejen políticamente para evitar declaraciones que evidencien desconocimiento en la forma de gobernar27. En cuanto a sus promesas, ojalá cumpla con implementar políticas interculturales que centren los saberes y las necesidades de las distintas naciones andinas y amazónicas en la salud, en la educación, en la política, en la economía. Ojalá, también, se pueda aplicar esa interculturalidad en la educación en la capital, para que se deje de mirar las lenguas indígenas y sus saberes como cosas fuera de este mundo. Además, el gobierno necesita elaborar políticas que lo mantengan como un estado abierto, dialogante, cercano a la gente, que actúe con transparencia, sin corrupción y con enfoques intersectoriales que siembren resultados sostenibles.

Es claro que a Castillo la gobernabilidad no se lo dará la derecha que vive sin querer exorcizarse de sus propios fantasmas por miedo, en última instancia, a una verdadera democracia en donde haya alternancia del poder y respeto a la voluntad popular, como señaló Cecilia Méndez recientemente28. Esta es una derecha que, además, no está a la altura de lo que debería ser una oposición constructiva con ideas y planes legislativos, pues su mayor agenda política hasta ahora ha sido ser piedra en el zapato. El mayor apoyo de Castillo es la sociedad civil organizada, los sindicatos, lxs maestrxs rurales como él, los diversos colectivos y las organizaciones indígenas, que saben ir a las calles para decir ¡basta!, y que no tendrán tapujos para reclamarle si la corrupción invade el gobierno, si incumple sus promesas o reproduce la violencia estructural de siempre. Con esto no quiero validar el miedo irreal de la derecha de que Castillo, por su ideología, convierta el país en el atraso. Es necesario entender que Castillo no es, pues, la izquierda imaginada por la derecha ni por una izquierda radical, pues no se opone a los mercados ni a las industrias agroexportadoras o mineras. Su ministro de economía es prueba de ello. Se trata más bien de un gobierno que, a pesar de mantener una economía alineada al mercado, no antepone los números ni las ambiciones empresariales a la gente. Promete, por ejemplo, defender los intereses de las comunidades afectadas por las industrias extractivas, resolver la situación crítica de los trabajadores agrícolas e impulsar la economía agraria para los pequeños y medianos agricultores, frenar la brecha educativa y promover una atención integral de salud en las zonas más vulnerables.

Ahora no sólo mira Lima, sino los pueblos y naciones del Perú que esperanzadas votaron por el cambio y que mostraron su apoyo al gobierno desde el inicio. Cuando Fujimori les culpó de ser instrumentos del fraude vinieron a la capital para acompañar a Castillo y defenderlo, pero, mas importante todavía, lo hicieron para defender su derecho al voto y su dignidad como personas. Es otra muestra de que lxs ninguneanxs por la historia no son víctimas pasivas ni terrucxs, sino actores políticos organizados que están lejos de encajar en la imagen folklórica y dócil, propugnada tanto por los antiguos defensores de los ‘indios’ como por las mentes conservadoras más encarnizadas de la ahora agonizante república criolla. “Así como hemos caminado 8 o 10 horas para poder ir a dar nuestros votos, de la misma magnitud, si nos van a quitar nuestros votos, vendremos con nuestras mochilas a la capital a defenderlos,” señaló a mediados de junio Lourdes Huanca, Presidenta de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas, Nativas y Asalariadas del Perú. Otros líderes como Salomón Awananch, de la Organización regional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Norte; Victor Maita, presidente de la Confederación Nacional Agraria; y la lideresa Melania Canales, presidenta de la Organización de Mujeres Indígenas, Andinas y Amazónicas del Perú, declararon además que los pueblos indígenas se mantenían firmes en la lucha emprendida hace más de 500 años en contra de la discriminación histórica ejercida contra ellos29. Hay una necesidad de cambio en marcha que es irreversible y un sentido de comunidad que no desfallece, pese a ser éste un país de crisis constantes. Y sí, el Perú necesita una nueva constitución, también promesa de este gobierno, porque necesita renovar su contrato social para emprender un camino hacia el reconocimiento de diversas formas de pertenencia y visiones de país, en donde sea posible la justicia social, económica y la reparación histórica, así como el desarrollo digno de las diversas naciones y comunidades (mestizas, cholas, indígenas, afroperuanas, etc.) que lo conforman.

1 ‘Rondero’ es el nombre de los miembros de comités de autodefensa campesina que se formaron en la región de Cajamarca en la década de los 70. Su propósito fue inicialmente patrullar alrededor de las comunidades para impedir robos. En los años 80, lucharon en contra del terrorismo de Sendero Luminoso.
2 Anahí Durand Guevara. “Coronavirus y neoliberalismo en el Perú”. https://www.celag.org/coronavirus-y-neoliberalismo-en-el-peru/#_ftnref5. 9 de abril de 2020.
3 Marie Joyce Godio. “Perú estudio de caso: Una familia Kichwa, hambrienta y expuesta a la COVID-19, en éxodo eterno.” https://www.forestpeoples.org/es/covid19-impactos-estudio-de-caso-peru
4 Cabe notar que el fin del terrorismo de Sendero Luminoso no fue obra del fujimorato, sino de una división de inteligencia de la policía que operó sin presupuesto y sin coordinación con el gobierno. Este grupo consiguió capturar al líder de Sendero, Abimael Guzmán Reynoso, en 1992. Luego, Fujimori y Montesinos se atribuyeron este hecho.
5 A esta memoria estatal o castrense que proclamaba el fin de un periodo de violencia, dejando de lado las violaciones a los derechos humanos, Carlos Iván Degregori la denominó “memoria salvadora”. Degregori basó este concepto en el trabajo de Steven Stern sobre la dictadura chilena.
6 Carlos Fernández Fontenoy. “Keiko Fujimori: un intento de dictadura fallido”. https://revistaideele.com/ideele/content/keiko-fujimori-un-intento-de-dictadura-fallido
7 Los cuatro gobiernos fueron: Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018), Martin Vizcarra (2018-2020), Manuel Merino (10-15 de noviembre de 2020) y Francisco Sagasti (2020-2021). Tras la vacancia de Vizcarra y la juramentación ilegítima de Merino, surgieron protestas sociales en las que murieron dos jóvenes, Brian Pintado e Inti Sotelo, víctimas de la violenta represión policial por la cual Merino y sus exministros están siendo actualmente investigados. El gobierno siguiente registró una muerte por represión policial, la de Jorge Muñoz, en el contexto de un paro en donde trabajadorxs agrarios reclamaron un aumento salarial.
8 Entre estos aportantes figuran la conocida empresa constructora brasilera Odrebretch, la Confiep (Confederación Privada de Instituciones Empresariales Privadas del Perú), Credicop (el mayor holding de servicios financieros en el país), así como empresarios de otros sectores y hasta narcotraficantes. (“El expediente K”. https://www.idl-reporteros.pe/el-expediente-k/)
9 Anoto también que dilatar al reconocimiento oficial del nuevo gobierno a través del cuento del fraude saboteó la transición y la planificación urgente que este debía realizar para combatir la pandemia y reactivar la economía del país.
10 Jacqueline Fowks. “El Perú rural se instala en Lima para defender la victoria de Castillo”. https://elpais.com/internacional/2021-06-14/el-peru-rural-se-instala-en-lima-para-defender-la-victoria-de-castillo.html. 14 de junio de 2021.
11 “El Perú de Castillo en clave arguediana y vargasllosiana” http://www.otramirada.pe/sites/default/files/El%20Per%C3%BA%20de%20Castillo%20en%20clave%20Arguediana%20y%20Vargasllosiana.pdf#overlay-context=el-per%25C3%25BA-de-castillo-en-clave-arguediana-y-vargasllosiana. Junio de 2021.
12 “La lengua oculta”. https://larepublica.pe/domingo/2020/12/06/la-lengua-oculta-por-mario-vargas-llosa/?ref=lre. 6 de diciembre, 2020.
13 VLL apoya incondicionalmente al gobierno de Iván Duque y Sebastián Piñera (a pesar de que este último cayera en “desgracia” por la Asamblea Constituyente). También ha mostrado su respaldo al golpe en Bolivia en contra de Evo Morales y sus simpatías hacia Vox de España, partido político de derecha radical, racista, homofóbica y reivindicadora de la dictadura franquista. Es más, su Fundación para la Libertad, juega en pared con la agenda de expansión latinoamericana planteada por Vox, la cual se propone construir un bloque internacional que detenga el avance del comunismo en el continente.
14 https://redaccion.lamula.pe/2021/06/14/vargas-llosa-los-peruanos-de-las-ciudades-estan-mas-informados-que-el-resto-video/jorgepaucar/. 14 de junio de 2021.
15 Mario Vargas Llosa. “En la cuerda floja”. https://larepublica.pe/domingo/2021/06/06/mario-vargas-llosa-en-la-cuerda-floja/. 06 de junio de 2021
16 Elizabeth Salazar Vega. “En Perú se extienden acciones de grupos extremistas que desinforman y acosan”. https://ojo-publico.com/2822/se-extienden-acciones-de-grupos-extremistas-que-desinforman-y-acosan.
17 Julio Rospigliosi. “En el racismo, hermanos”. https://sudaca.pe/noticia/informes/en-el-racismo-hermanos/. 16 de junio de 2021. Sobre el caso todavía abierto de las esterilizaciones forzadas,
18 “Memorias del caso peruano de la esterilización forzada (2014)”. https://ifea.hypotheses.org/397. Ver también el libro del mismo título compilado por Alejandra Ballón.
19 De los más de 70 mil asesinatos y desapariciones ocurridas durante la guerra, 46% fueron provocados por el PCP-Sendero Luminoso; 30% por Agentes del Estado; y 24% por otros agentes (rondas campesinas, comités de autodefensa, MRTA, grupos paramilitares, agentes no identificados o vÌctimas ocurridas en enfrentamientos o situaciones de combate armado). (Anexo 2, Informe, CVR) https://www.cverdad.org.pe/ifinal/pdf/Tomo%20-%20ANEXOS/ANEXO%202.pdf
20 Esta es una lista corta de las masacres cometidas durante los cerca de 20 años que duró la guerra. La lista es larga y recomiendo, como muchxs, ir al Informe de la CVR. Los crímenes no sólo se produjeron en el gobierno de Fujimori, sino en el de Belaúnde (1980-1985) y Alan García (1985-1990), quienes nunca fueron acusados ni condenados.
21 “Diez ideas para entender el terruqueo hoy: una guía rápida y pormenorizada”. https://www.revistaideele.com/2021/05/04/diez-ideas-para-entender-el-terruqueo-hoy-una-guia-rapida-y-pormenorizada/?fbclid=IwAR0Q1FK_Fb_MD3iBkdrHbYwTgELXmK0aPwjZyIzYSe2BANGYsZ05l5dzMKQ. Revista Ideele N°297. Abril 2021.
22 https://www.trendsmap.com/twitter/tweet/1425556820354027526
23 Eland Vera. “Incompetentes y resentidos”. https://www.noticiasser.pe/incompetentes-y-resentidos?fbclid=IwAR1PHoKraQw7OQF8mYhpjol9EakTDei3ESI9uXHZPd9n-qMyPbd2wWMU0es
24 Claudia Korol. “Perú: el voto a Pedro Castillo también fue feminista”. https://www.pagina12.com.ar/347103-peru-el-voto-a-pedro-castillo-tambien-fue-feminista?fbclid=IwAR0ClScL3V77CVaAgEpbf5Qc-oUimP1aNvZllA7M1FZ_ZJO0CzsUlU5EDUo.
11 de junio de 2021.
25 Recomiendo mucho esta investigación hecha por Gerardo Saravia. “Castillo y Movadef.” https://www.revistaideele.com/2021/06/04/castillo-y-el-movadef/?fbclid=IwAR0J5O5mi5mhCcDh1M9av54_afSljQ40wPA6GPdjRrkcy9H5yBxPrvfeaFQ. Abril-mayo 2021.
26 Ver introducción del libro Dando cuenta: estudios sobre el testimonio de la violencia política en el Perú (1980-2000), realizado por Alexandra Hibbett y Francesca Denegri. El trabajo de Kimberly Theidon Entre prójimos es también clave aquí. Ver también “Gabinete Bellido: más diálogo y menos prejuicios” del periodista Paul Maquet, con argumentos válidos en contra del terruqueo masivo hecho al gabinete. https://wayka.pe/gabinete-bellido-mas-dialogo-y-menos-prejuicios-por-paul-maquet/. 4 de agosto de 2021. Agradezco a Christian Elguera por las conversaciones alrededor de este tema.
27 Agradezco a Margarita Huayhua por estas ideas y por haberme empujado a observar críticamente las primeras semanas de este gobierno.
28 Cecilia Méndez. https://larepublica.pe/opinion/2021/07/05/cavernicolas-ilustrados-golpistas-y-gamonales-por-cecilia-mendez/. 5 de julio de 2021.
Claudia A. Arteaga
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es profesora asociada de Scripps College. Sus áreas de investigación son cine indígena y traducción cultural. Su proyecto de libro es sobre el audiovisual comunitario y documental en el Perú.