“Salir en bolas a la calle nos hace retroceder en la lucha”: activismo travesti, represión y espacio público en Buenos Aires (1994-1998)

Foto: Jens Andermann/Ana Alvarez

Abstract

Centrándome en el evento de una brutal razzia policial y posterior manifestación travesti1 frente a una comisaria en Buenos Aires en noviembre de 1996, en este artículo propongo analizar el acontecimiento y la posterior discusión entre activistas y trabajadoras sexuales travestis, basándome en herramientas de análisis etnográfico como la observación participante con notas y grabación sonora in loci así como en análisis de fuentes de archivo y bibliografía crítica. El evento será abordado tanto como una disputa por el derecho al uso por el espacio público y a la ciudadanía, así como su corrimiento de figura monstruosa y su insistencia en ser personas y humanas. Como fue documentado por las activistas y sus aliados, la figura del ‘Escándalo’ incluida en los edictos policiales era el instrumento burocrático utilizado por la policía en todo el país para encarcelar, extorsionar y hasta asesinar a travestis. ‘Escándalo’, título que incluye en su segundo artículo a ‘formas de actuación obscena’, en su vaguedad y ambigüedad semántica autoriza a la institución policial a una interpretación (re)actualizada y a l*s sujet*s bajo su poder, adaptándolo a la aparición de nuevos sujetos sociales “peligrosos”. El naciente activismo travesti disputará el espacio público corriéndose del lugar de sujetos “obscenos” mediante la estrategia de la vestimenta, uso de ropas “unisex”. Esta se propone tanto mostrar la arbitrariedad de los arrestos como mostrar a la ciudadanía porteña que son discretas y por tanto, tienen derecho a la calle también. Pero estos intentos normativizantes entran en tensión con las exigencias de los clientes de prostitución callejera, que parecen demandar la onscenificación de mujeres espectaculares. Y para las propias travestis, quienes viviendo en constante represión y precariedad, encuentran placer en constituirse como tales.

Introducción

El miércoles 24 de noviembre de 1996 participé en una acción activista travesti en una comisaría de Palermo, en la flamante Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La noche anterior había comenzado tranquila en la Godoy Cruz, la calle central del barrio donde hacían trabajo sexual decenas de travestis. Montadas en tacos altos, minifaldas de cuero, largas cabelleras o pelucas rubias, morochas y rojo fuego, las travestis desfilaban como en una pasarela, mostrándose a los autos que pasaban lentamente y con la ventanilla baja para negociar los precios.

Alrededor de las nueve de la noche se produjo la razzia. Varios autos nuevos sin identificación, bloquearon las calles de salida de la Godoy Cruz y varones vestidos de civil bajaron con armas en las manos. Algunas lograron esconderse y otras correr. Las atrapadas fueron subidas a golpes y amenazas al patrullero. Los golpes siguieron una vez llegadas a la comisaría y después de robarles sus pertenencias, fueron bajadas a los calabozos sin ser registradas como ingresantes. Una vez en los calabozos, siguieron las amenazas de muerte y los golpes.

A la madrugada me llamó Lohana Berkins, activista travesti y amiga. Alguna compañera la llamó para contarle del operativo y pedir ayuda. Lohana me aclaró: “No sé si las mataron a palos. El tema es que les sacaron la plata y no las largan. Y cuando las larguen no se van a ir y las van a cagar a palos. Hay que ir con otra gente para que vean que no están solas y ver cómo están. Si voy yo sola me meten a mí también.” 2 (Notas de campo del día)

A las ocho de la mañana estábamos junto a Manuela, monja oblata, y Alejandro Ferro, pastor de la Iglesia Metropolitana frente a la comisaría 25, a pocas cuadras de la Godoy Cruz. De las presas, sólo teníamos dos nombres y sin seguridad que fueran los legales.

Cuando entramos e inquirimos sobre las detenidas, el policía de la mesa de entradas contestó que “uno” no estaba allí y sin mirarnos, llamó por teléfono a los calabozos presumiblemente y dijo “Traéme a A.R.” (nombre estatal de varón). Esperamos un rato largo hasta que trajeron a Romina. De contextura pequeña, llevaba aún puesto un vestido negro muy corto y unos collares con los que jugaba nerviosa mientras hablaba. Aún conservaba rastros de maquillaje y un ojo enrojecido, consecuencia de la golpiza de la noche anterior. Fue ella la primera en relatar la razia. Pero agregó que en algún momento de la noche, un policía bajó a los calabozos para decirles que si se quedaban tranquilas iban a poder salir por la mañana. Lohana le pidió que volviera al calabozo a averiguar los nombres de las otras arrestadas.

En esa espera llegó Nadia Echazú, principal activista travesti de la zona de Palermo, vestida con una remera rosa claro y un jean. Cuando Romina volvió con la lista de nombres le preguntó a Nadia si se quedarían 24 horas. “Este es el lobby de la policía. La nueva constitución no permite que te lleven” dijo Lohana. Y Nadia agregó:

“La estrategia es hacer ruido. Porque sino ellos quedan bien con las estadísticas, los vecinos y para pagar la multa… Hay que hacer quilombo. Patear puertas. Acá vienen a dormir un montón de provincia (de Buenos Aires). Si vos hacés quilombo no los dejás dormir… si te quedás tranquila, te quedás a vivir acá.” Y Lohana le pidió “Danos tu nombre ‘trucho’, tu nombre de varón porque tu nombre es el que vos elegiste”.

Romina se levantó rápido y dijo “Ahora vamos a hacer quilombo. Hablá con el Principal.”

Después de esto, y con tiras y aflojes, el comisario accedió a hablar con nosotros, mientras afuera un grupo de travestis se agrupaban y manifestaban. Después de la charla con el comisario, nos fuimos caminando a uno de los hoteles cercanos donde vivían muchas de las participantes y donde las “representantes” relataron la discusión con el comisario y se discutieron estrategias a seguir de allí en más. (Descripción más adelante)

El momento político

La brutal razzia y la violencia eran prácticas cotidianas de la policía hacia las travestis en todo el país y estaban amparadas legalmente en los edictos policiales vigentes. Para las estadísticas burocráticas, las quince travestis habían sido arrestadas por infringir el artículo “2 f” y “h” de la figura de “Escándalo” de los edictos policiales: el f) “los que se exhibieren en la vía pública o lugares públicos vestidos o disfrazados con ropas del sexo contrario”, h) “las personas de uno u otro sexo que públicamente incitaren o se ofrecieren al acto carnal” 3(Gentili 1995, 61).

Breve historia de los Edictos

Los edictos son derivados de los bandos indianos de las ciudades coloniales, en donde la autoridad local establecía mandamientos que se pregonaban en las calles y escritos pegados en espacios visibles y que pretendían regular la vida en la ciudad, desde limpieza de calles hasta prohibir la vagancia y mendicidad. Estos eran aplicados por los alcaldes de barrio, “vecinos distinguidos entre la gente decente” (Tiscornia 2008, 27) Con las reformas administrativas de 1821, se creó el Departamento General de Policía y la ciudad quedó dividida en 32 secciones con un “comisario” dirigiendo cada sección. Diego Galeano muestra que a partir de esa década el poder creciente de los comisarios se expanderá al el poder contravencional -detectar contravenciones y apresar contraventores’ y el sumarial -producir las pruebas. Durante la segunda mitad del siglo XIX la misión de la fuerza policial pasó a ser preventiva: “la eficacia de la policía residía más en los crímenes y desórdenes que evitaba, que en los delincuentes que perseguía y capturaba en la ciudad” (Galeano 2016, 26). Las contravenciones eran borrosas, ambiguas y se superponían ya que “la mayor parte de los edictos policiales provienen de órdenes del día, disposiciones, circulares… muchas de ellas elaboradas ad-hoc conforme surgían diversos tipos de hechos sociales … que (se consideraban) ponían en riesgo … el orden social” (Pita 2003, 22). Y también el jefe de policía era “el juez natural para el juzgamiento de las contravenciones …. Así, la policía era legislador -ya que los jefes de policía podían ‘crear’ Edictos- y juez y ejecutor de la pena…” (Tiscornia 2008, 32) El secreto o discrecionalidad rodeaba todo el procedimiento: la misma policía era la encargada de recolectar y evaluar la ‘prueba y de acusar y juzgar la falta; la persona detenida declaraba sola frente al oficial, sin presencia de abogado. Y esto se mantuvo así hasta la derogación de los edictos en 1998 y la creación de la justicia contravencional en la Ciudad de Buenos Aires.

Otro elemento central para el crecimiento y la visibilización de las activistas fue su participación a programas de televisión sensacionalistas y nacientes talk-shows. En el marco de la privatización de los medios de comunicación, particularmente los canales televisivos, la demanda por el “rating” y la venta devino central y con ello, la fascinación con esas “figuras” de la noche creció en diálogo con la prostitución travesti en la ciudad (también rápidamente creciente por demanda y por migración).

Si bien este procedimiento era parte de la vida cotidiana para maricas y travestis ya desde al menos fin del siglo XIX (Salessi 1995) y y con el advenimiento de la identidad travesti desde comienzos de los años ’60, (Alvarez 2022, Insausti 2015, Perlongher 1993, Malva 2011), el evento en la comisaría permite ser leído no simplemente como repetición burocrática.

Por el contrario, si la razzia puede ser leída como parte de esas rutinas violentas, lo que ocurre después, es una situación novedosa tanto para la policía como para las propias travestis: el ser acompañadas a la comisaría por activistas de clase media y la aparición de medios de comunicación en la protesta son una novedad. Pero también ocurre en un contexto de disputas políticas a nivel nacional y de la ciudad por recortar el creciente poder policial, y que giraba alrededor de la derogación de los edictos policiales.

La nueva Constitución Nacional de 1994 en su artículo 129, estableció que la ciudad de Buenos Aires tendría un régimen de gobierno autónomo con facultades propias de legislación y jurisdicción. En agosto de 1996 Fernando de la Rúa devino jefe de gobierno y un mes más tarde la Asamblea Constituyente de la ciudad creó la nueva Constitución de la Ciudad de Buenos Aires. La Asamblea, elegida por voto directo, tenía una composición variada y progresista, incluyendo participantes de organizaciones de derechos humanos. Estos serían afines a las demandas de las organizaciones glttb, particularmente las travestis, de recortar el poder policial. 4 A pesar de que tanto el presidente Menem como De la Rúa se oponían activamente a la derogación de los edictos, la Asamblea incluyó que éstos deberían ser derogados a los tres meses del nuevo gobierno.

En este artículo propongo observar tres problemas que aparecen en el acontecimiento brevemente narrado:

El primero es enmarcar este evento en la disputa mayor sobre el uso del espacio público o la calle. Por un lado, las travestis (y sus clientes), que un ensamblaje único entre identidad sexual y genérica y consumo sexual que transforma las calles de la “zona” casi en un espacio cinematográfico. Como propone Josefina Fernández, “la femeneidad elegida (…) no puede expresarse en otros sitios que nos sean los vinculados al comercio sexual” (Fernández 2004, 101). Lohana Berkins expresó en innumerables entrevistas que el modelo de travesti era Moria Casán, famosa vedette del teatro de revista, el cine y la televisión, mostrando que la femeneidad soñada no era la doméstica sino la de las mujeres sexys del mundo del espectáculo. Estas performances develan por contraposición el uso “legítimo” del espacio público que sostienen el total de discursos del espectro político (desde los liberales a los reaccionarios “vecinos”) y la letra y fuerza del aparato policial estatal mediante la figura de Escándalo o exhibición obscena.

Propongo leer esta disputa poniendo en diálogo las discusiones de activistas y académicos sobre edictos policiales y control estatal con la creciente bibliografía sobre la construcción histórica de la obscenidad, la pornografía y el trabajo sexual. Si los discursos y participaciones políticas progresistas denunciaban en aquél momento -al mismo tiempo que construían alianzas- los edictos policiales como un mecanismo de represión y control sobre pobres y “morochos” (citar algún texto), la sexualidad quedaba fuera de discusión dando una pista de su alineamiento con políticas heteronormativas que son afirmadas sobre todo en los silencios. Como propone Walter Kendrick, “’pornography’ names an argument, not a thing” (Kendrick 31) que comienza a ser un problema político estatal y eclesiástico, recién en el siglo XIX. Kendrick sitúa esta preocupación relacionada con la divulgación de la prensa escrita y la democratización de la cultura. Lisa Sigel propone que “the application of labels such as pornography, obscenity, and indecency hinged upon access. It presumed that certain people could look at representations with limited emotional, social, and legal consequences while others could not.” (Sigel 2002, 4). La figura de “Escándalo”, como el “argumento” obsceno, autorizaba con su ambigüedad semántica una interpretación policial contextual y cambiante asociada con un dispositivo de sexualidades e identidades sexo-genéricas que se transformaban.

El segundo tema que el evento permite observar es la microfísica del poder policial y su lugar central en la construcción de la subjetividad travesti, tanto en su performance como en su corporalidad. Si la letra de los edictos permitía construir ciertos sujetos potencialmente peligrosos, eran los procedimientos policiales incluidos los que creaban sistemas de vigilancia, disciplinamiento y represión sobre éstos. Pero si esto era común a todos los que estaban (y están) bajo el poder policial, en el caso de las travestis, la violencia era única. Es su alta visibilidad en la calle (tanto en su performance y corporalidad como en que están ubicadas en “la zona”), lo que las hace target fácil. Si bien no hay forma de cuantificar la tortura y deshumanización de los otros grupos sometidos, lo que sí podemos decir es que la mayoría de las travestis han vivido el encarcelamiento y distintas formas de violencia policial (lo que no ocurre con ninguna otra población). Como veremos en este caso, el comisario estaba recién nombrado, y crea esta razia como un espectáculo público con distintas audiencias, hacia los “vecinos”, para mostrar que los escucha, y para las poblaciones sojuzgadas (quienes forman parte de las “redes de ilegalismos” como las llama Salessi), que tienen que ser dóciles. Si el objetivo de cualquier razia es crear “obediencia extrema cumplimiento irrestricto a las órdenes y gritos policiales, sumisión, servilismo” (Tiscornia 2008, 20), aquí los otros componentes -coches nuevos e importados, policías sin identificación, armas en mano-, tienen por objeto mostrar al comisario nuevo como “mano dura” que trae el gusto de la dictadura. Dentro de la comisaría y en los calabozos, sobre todo a las que resistieron el arresto, como Romina, son golpeadas, robadas y al no ser “fichadas”, técnicamente desaparecidas.5

Y finalmente, observaremos las respuestas valientes y creativas al mismo tiempo que contradictorias del naciente activismo travesti a la violencia policial así como su aprendizaje de participación en el espacio público y político de la ciudad letrada. Los desafíos a la dominación policial tomaban diversas formas. Desde las resistencias microfísicas, que dan cuenta de una relación íntima y cotidiana de las travestis con la institución policial y los policías y que aparecen como un comando de Nadia hacia Romina, “hay que hacer quilombo, patear puertas… si no los dejás dormir, después se pelean entre ellos. Y … van a querer evitar problemas entonces te largan.”. Pero también intentar escapar durante las razias, resistir el arresto, incluso en situaciones muy violentas cortarse y amenazar con sangre a los policías (quienes tenían terror al contagio de HIV-Sida). Si bien estas resistencias no eran nuevas y formaban parte del acervo travesti (como muestran los apodos “Marcela la Rompecoche”, “Rosita La Salvaje”) (Tintilay 2020) su incipiente visibilidad en espacios públicos lo es. Pero los intentos de participación en estos espacios “respetables”, conllevaba también aprender y aceptar lo que se consideraban códigos comunicacionales legítimos (Alvarez 1998). Un componente central pero silenciado (quizás forcluido sería más correcto) en los círculos “progresistas” era precisamente su visibilidad como cuerpos y subjetividades travestis. Entonces parte de su aprendizaje de acceso a la esfera pública era de borrar esas marcas o al menos, hacerlas menos visibles y audibles. Estimuladas por discursos normativizantes, las activistas incorporaban lo que ellas mismas llamaban, en aquel momento, la “estrategia de la vestimenta” ”, o como también resumían algunas, “la estrategia de los pantalones”. Como veremos, ésta consistía en vestirse con lo que se denomina ropa “unisex” para evitar ser arrestadas por infringir el edicto policial. Pero, como observaremos en la reunión de travestis post-comisaría, las travestis -incluyendo las activistas- negocian y muchas veces resisten la vestimenta unisex, que parece ponerlas de nuevo en el closet.

Pero también observaremos en la charla colectiva, cómo las travestis negocian y resisten esta estrategia, lo que permite ver que la onscenificación de la “vedette” es parte del éxito en el mercado sexual callejero pero también de la subjetividad de las travestis.

Serán Reprimidos con multa o arresto

La noche del martes 23 de noviembre de 1996 parece haber comenzado tranquila en la calle Godoy Cruz. Desde el atardecer, las travestis empezaban a salir a trabajar desde las contadas pensiones y viejos hoteles del barrio de Palermo y llegaban rápido a su parada. La “zona” eran alrededor de 15 manzanas en el circuito comprendido entre las calles Güemes, Honduras, Oro y Godoy Cruz. Pero alrededor de las nueve de la noche, esta calma fue interrumpida por una violenta razzia policial. Varios automóviles cercaron las calles de la “zona” bloqueando las salidas y agentes de civil, sin identificación, bajaron con armas de fuego en la mano. Muchas lograron escabullirse adentro de taxis amigos, pero muchas otras fueron agarradas por varios policías, arrastradas por las calles y tiradas a los golpes en los autos.

Si bien la aparición de las travestis en las calles de Palermo había comenzado discretamente a comienzos de la década con la instalación de “Confusión” un bar de prostitución travesti exclusivamente, un par de años más tarde se armaría una “zona” en la calle. Empujadas por el hambre y la represión en las provincias, jovencitas comenzaban a agolparse en los hoteles del barrio y en poco tiempo (quizás dos años) la ciudad se volvió meca de jóvenes travestis que buscaban la libertad de la ciudad y también sobrevivir.

¿Qué buscaban los clientes? O incluso lxs mirones? Nicky Chavez lo dijo en palabras más sabias en una entrevista que le hice unos años después:

“No es lo mismo una prostituta que se viste como una chica… puede estar más pintada, un vestido llamativo, nada más. Pero después no sale de lo común… En cambio una travesti, no ¡Una peluca, unos ojos, desnuda con grados bajo cero, en la esquina! ¡Y brillo, lentejuelas, y llena de curiosos a la vuelta! … Lo ven re-televisión. O sea, chicas de la tele, chicas de revista. Se pegan el viaje.” 6

Tecnologías de transformaciones estéticas (cirugías estéticas, hormonas femeninas y siliconas) son usadas por las travestis para construir “cuerpos soñados” como los llamaban ellas mismas. Las performance y corporalidades dialoga con la de las vedettes y mujeres deseadas de la televisión y el cine. 7 Como proponen Fernández (2004) “en el mercado de los cuerpos la travesti se presenta como mujer espectáculo… y este espectáculo se vuelve una fuente central de autoestima … (y) reconocimiento económico” (Fernández 2004, 99).

Entonces, como astutamente observa Nicky, si los varones de clase media no tendrán acceso a esas mujeres de la tele o de las revistas, las travestis son la reproducción/copia fuera de la pantalla, encarnadas, en el “mundo real”. Desplazan el escenario a sus posibilidades pobres, la calle. La idea de que el cliente (y el mirón) se “pega un viaje” -que en el lunfardo porteño se aplica inicialmente a los efectos de las drogas, es reinterpretado en el lenguaje travesti a “creerse la fantasía”, incluso se verbaliza como “viajarse”. Pero esta fantasía es una escena en la que participan espectador y actriz.

Vemos entonces que las mujeres a las que “copian” las travestis son las mujeres sexys de la televisión, de las revistas, es decir imágenes y performances producidas para ser consumidas. Usando el concepto acuñado por Linda Williams, las travestis on/escenifican esta paradojal fantasía, en el sentido en que traen a la escena pública, los actos definidos como indecentes y por tanto, obscenos (Williams 2004, 3). “On/scenity marks both the controversy and scandal of the increasingly public representations of diverse form of sexuality and the fact that they have become increasingly available to the public at large.” (Williams 2004, 3)

Pero no son sólo clientes quienes consumen esta performática fantasía. Si bien los periódicos sensacionalistas habían comenzado a mostrar travestis desde comienzos de la democracia, alrededor de 1995 empezaban a aparecer casi semanalmente en talk-shows de la televisión y los diarios comenzaban a hablar del “problema” de la prostitución travesti mientras mostraban fotografías de cuerpos bellos y exuberantes en las pasarelas de Godoy Cruz, dando pista de la “paradoja de la on/scenidad” (paradox of on/scenity), un caption normativo y una imagen seductora que atrapa al lector y enciende deseos (y da datos de dónde saciarlos). 8

Pero este colapso de las fronteras entre lo obsceno y lo público propuesto por Williams es reconstruido en los edictos policiales (y en la actuación policial).

Como dije anteriormente son los edictos policiales, particularmente la figura del Escándalo o exhibición obscena el mecanismo central de regulación estatal de la sexualidad en el espacio público.

¿En qué consistía la figura de Escándalo? Esta constaba de dos artículos: el primero, que incluye seis incisos, detallará “palabras, actos o ademanes” obscenos “ofendiendo al pudor o corrompiendo las buenas costumbres.” El segundo, con penas de prisión y multas mayores, repite lo que dice en el primer artículo agregando que “se aplicará un máximo de pena cuando el acto se ejecute contra personas del culto, ancianos, débiles, señoras y niñas.” Particularmente el más utilizado para las travestis eran el f)“los que se exhibieren en la vía pública… vestidos o disfrazados con ropas del sexo contrario”, h) “las personas de uno u otro sexo que públicamente incitaren o se ofreciesen al acto carnal. 9

En primer lugar, “serán reprimidos quienes…” establece una mano invisible, la policía, y un contraventor que “ofende públicamente” mediante actos, gestos o palabras obscenos. Pero en el segundo artículo, con penas mayores aparecen también una población a la que defender (personas de culto, débiles, ancianos, mujeres y niñas). Observamos entonces cómo se construye la semántica de la obscenidad en las calles: un sujeto-audiencia al cuál se dirige la enunciación; interpelado como un varón respetable de las clases medias y encargado de proteger a seres débiles (mujeres, niños, ancianos, curas) del acto, gesto y palabra obscenos y finalmente de los “individuos” que perpetran la ofensa. Pero aún más: son las escuetas y ambiguas palabras que definen la figura de “Escándalo”/”exhibición obscena”, las que autorizan una interpretación policial cambiante asociada con un dispositivo de sexualidades e identidades sexo-genéricas que se transforma a la vez que da claves para entender la importancia capital de la sexualidad en la constitución de espacio público y sus regímenes de respetabilidad.

Por si quedaran dudas de quién es el sujeto respetable de los edictos, en el Reglamento de Procedimientos Contravencionales de la Policía Federal, se estipula que si los contraventores son “personas responsables” dedicadas a “actividades lícitas” y “tienen medios ciertos y honestos de vida, trabajo y domicilio” pueden pagar sólo la multa. Si por el contrario, son “rufianes, pederastas, prostitutas o toxicómanos… y toda otra persona conocida por su amoralidad, vagancia… o carencia de medios ciertos y honestos de vida” se aplica el arresto (art. 43, cit en Tiscornia 2008: 32-3). En ningún caso se puede sancionar por Edictos a “jueces, parlamentarios, ministros, oficiales de las fuerzas armadas y de seguridad y eclesiásticos del clero nacional.” (art. 181)

Así vemos en la letra cómo se define este régimen de respetabilidad heterosexual burgués: por un lado las fuerzas del orden y los hombres respetables, los seres débiles a quienes la policía debe cuidar, y finalmente los contraventores, parte de la mala vida. Estas definiciones serán lábiles y esto permitirá incorporar identidades nuevas, como las travestis, ya al menos desde los años sesenta (Alvarez 2022).

No es amenaza… pero ustedes van a seguir viniendo o Eramos hijas de la policía

Sin entrar aún en la particular violencia policial de esa noche, es sabido que las travestis eran constantemente arrestadas en todo el país10. Como denunciaron las activistas travestis en aquella década, sin duda había razones burocráticas y económicas atrás de estos constantes arrestos. En cuanto a las razones burocráticas: las comisarías mostraban en las estadísticas una “medida o cuantificación de su actividad” (Pita, 32). Pero también el “control de ilegalismos” en el cual las comisarías extorsionaban y controlaban las actividades ilegales como robo y apuestas pero también venta ambulante y prostitución. Esta entrada económica era ya conocida desde el surgimiento de la policía federal como “caja de policía” (Galeano 2016, 34) o como se la llamaría en los noventa, “caja chica”. En aquél momento, las travestis pagaban un “arreglo” de 50 dólares diarios a la comisaría local para no ser arrestadas.

Pero pagar no garantizaba caminar libres. Aún así, podían aparecer las brigadas de la división Moralidad de la Policía Federal o policías de una comisaría vecina quienes también podían arrestarlas o extorsionarlas. Y si la comisaría necesitaba llenar estadísticas, también eran arrestadas y además tenían que pagar una multa para ser liberadas. Hay que considerar además, que el estar “solo” 24 horas presas era reciente y sólo ocurría en la ciudad de Buenos Aires. Fuera de allí, las penas seguían siendo de al menos seis días, cuando no 20 o 30 días. Y si las penas se acumulaban podían terminar en cárceles de varones.

Con este breve panorama observamos entonces que la razia tiene un componente espectáculo para los vecinos pero para las travestis el objetivo es el disciplinamiento. Es decir, que acepten el sometimiento sin costo alguno para la institución o los policías que las arrestan. Si bien la mayoría de las travestis apresadas en esa razia no habían sido aún procesadas, comúnmente se las encarcelaba poniendo en el acta sólo el número de artículo (2 f y h), sin necesidad de justificar siendo parte del procedimiento de docilización. Recién será en la discusión con el comisario cuando el montaje discursivo alrededor de la figura deba sea enunciado por él.

Si bien la razia entonces, formaba (y forma) parte de los procedimientos de rutina, observaremos que tanto la brutalidad del operativo como la estrategia coordinada desplegada muestran que no era un procedimiento más y nos permite indagar en las intenciones de los comisarios de Palermo.

Entrevisté a Romina el año pasado por teléfono y recordaba el evento con mucha precisión:

Yo estaba en Nicaragua y Godoy Cruz cuando aparece un auto y se bajan con revólver en la mano. Salí corriendo …. En ese momento, pasa el negro Fabián en el taxi que traía (a otras compañeras). … Me abre la puerta, me tiro, me agacho y en la otra cuadra la alzamos a (otras dos compañeras).

Cuando pasamos por Godoy Cruz … la tenían a la Coni en el piso, con un policía con un pie en su cabeza. La tenían entre tres policías. La Coni era chiquita, le habían volado la peluca rubia y tenía la pollera y la remera blanca, todas manchadas de sangre. La habían arrastrado por el asfalto y tenía toda la parte derecha de la cara lastimada, desfigurada pobrecita. Y eran cuatro milicos en ese momento, porque venían dos por patrullero. Les digo “Nos bajemos que nosotras somos más.” …” Y yo me bajé … nos tiramos todas contra los policías y se armó una que nos pegaban, y nosotras obvio que nos defendíamos. …

Pero esa vez no reconocimos los autos Ni eran patrulleros…, ni eran los Falcon que usaban los de Moralidad. Por primera vez, la comisaría 25 en combinación con la 23 usaron la Brigada de Civil para arrestarnos esa vez. Por eso caímos un montón y fue duro.

A mí me metieron en el patrullero aunque me resistí y me arrastraron al calabozo ciego esposada de pies y manos. Y ahí me tiraron agua y vinieron a patotearme y a golpearme. Ellos sabían dónde golpearnos para que no quedaran marcas. Y amanecimos en la comisaría. (Romina Campo 2022)

Como muestra el relato de Romina, el procedimiento coordinado entre las dos comisarías que controlaban la “zona” era extraordinario ya que incluía policías jóvenes (y por tanto con miedo y armas) y autos pedidos a la División Moralidad de la policía Federal. Sin duda la violencia en este evento se enmarca en otras producidas en arrestos y posteriormente en las comisarías durante estos años (1996-1998) en la ciudad de Buenos Aires11. El amenazarlas con armas de fuego, el uso de autos no reconocibles así como vestidos de civil, el esposarlas en los patrulleros, bajarlas al calabozo sin ficharlas y robarles el dinero, era una situación cotidiana donde la intención era producir a las travestis como “cuerpos dóciles”. Lo que pretenden es que esos cuerpos acepten que “han hecho algo” aunque no sepan qué es.

Pero si bien las activistas junto con los activismos progresistas de la ciudad enfatizaban una razón policial instrumental, es decir motivada por la ganancia económica de la extorsión, diversos autores proponen pensar la policía como productora de sentidos y hegemonías, “beyond reaction, (with) the capacity to produce meaning” (Caimari 2022, 7).

En este sentido, la “charla” con el comisario es altamente reveladora en diversos sentidos. En primer lugar, nos permite observar “zona opaca a la mirada pública” (Tiscornia 2008), formada tanto por los procedimientos burocráticos de los edictos como también las interpretaciones y acciones, mucho menos exploradas, por parte de los propios policías. En la discusión observaremos el componente productivo de los edictos y de la institución policial en crear sujetos respetables y “amorales”.

El comisario no aceptó vernos ni liberar a las presas al comienzo. Sin embargo, cuando empezaron a llegar travestis y agruparse, apareció un megáfono, llamadas a políticos conocidos, y muy importante, medios de comunicación filmando la manifestación, el comisario mandó un emisario para que entráramos. Lohana y Nadia deliberaron y mandaron a decir que hasta que no se liberaba a las presas, no entraban a hablar.

Finalmente, liberaron a las presas y el comisario nos recibió. Esto muestra los rápidos cambios que estaba produciendo el activismo travesti en relación con medios y políticos (retomaré esto en la próxima sección). Baste decir que unos meses atrás, en abril, en una manifestación similar frente a la comisaría 23, a unas cuadras de la 25, los policías salieron y golpearon a les manifestantes, la abogada Vanni y el activista gay Marcelo Ferreyra y algunas travestis fueron golpeadxs y detenidxs por algunas horas. Sin duda la creciente repercusión mediática fue parte importante de este cambio de actitud.

La discusión con el comisario giró alrededor de dos tópicos centrales. Por un lado, los procedimientos policiales y los “excesos” cometidos en esta razzia y por el otro, la letra de los edictos, la exhibición obscena. Si bien las discusiones se intercalan y los cambios en el tono del comisario cambian desde autoritario hasta una suerte de diálogo, mantendrá el no reconocimiento de la estrategia de vestimenta y la insistencia en que las travestis están haciendo exhibición obscena y que las van a seguir arrestando.

Apenas nos sentamos frente al comisario De Farjot, dijo, en tono seco, que había asumido tres días atrás la jefatura de la comisaría. “De la noche del lunes al martes, hice avisar mediante los oficiales que la gente se vaya, que no podían estar…. En tres días, desde que llegué a la comisaría, limpié la zona de travestis, allané casas por usurpación. A mí me dan un reglamento para cumplir.”

La novedad de la situación para el mismo comisario se observa en su imposibilidad inicial de constituir a las travestis como interlocutor en su al decirles “Limpié la zona de travestis”. Allí parece estar hablando con la gente “respetable” del barrio, el “vecino” a quién se referirá más tarde como el denunciante/afectado por la presencia de las travestis en las calles. En esta confusión también podemos ver que su idea era inaugurar su mandato con una “limpieza” del barrio tanto en las calles con travestis, como en las casas “ocupadas”, sacando a sus habitantes. Esta metáfora ubica a las travestis como basura fuera de lugar, quienes deben estar en los calabozos y no en las calles. Las travestis serán “pederastras” y “prostitutas” para el reglamento policial y el rol de la policía prevenir su existencia en las calles. Definitivamente no frente a él como interlocutor político, y de allí probablemente su sorpresa e incapacidad de entender qué estaba ocurriendo.12

Si bien el tono autoritario se mantiene durante toda la discusión (y el uso del masculino para nombrarlas) la participación de Alejandro y mía en la discusión, los medios de comunicación afuera, y probables llamados de políticos a la seccional, hacen entender al comisario, que este es un evento “casi” público. Si Nadia insistía durante toda la discusión en que no estaban infringiendo edictos, el comisario mantenía que cumplía la ley: “No es mi función discutir la ley con nadie. No es ni amenaza ni otra cosa pero ustedes van a seguir viniendo”. Lohana Berkins al ver que el comisario insistía con que cumplía la ley, comenzó a insistir con los “excesos”: “Lo que venimos a reclamar es que se terminen los atropellos. El ‘yo te mato a golpes’ Esto aparece claro en sus palabras hacia el final, antes de irnos. Dirá “La prostitución y la policía es un mal de siempre y hasta ahora se mantuvo un trato. Antes el que estaba trabajando guardaba el secreto.”

En cuanto al “Escándalo” es discutido directamente en términos de “obscenidad”.

Nadia discutió la ilegalidad del arresto ya que las travestis apresadas no estaban infringiendo el edicto de Escándalo al usar ropa unisex. Muchas de ellas tenían puestos pantalones y remeras, es decir, ropa unisex. El comisario insiste con que se les veía el corpiño. Nadia insistirá que “no estaban exhibiendo el corpiño. A la gente eso le molesta”. Pero el comisario le contesta: “pero son exhibición obscena. Si usted va insinuantemente…” Después hacia el final de la charla con un tono más conciliador, “Ustedes dejen de ser tan notorias… dicen que se abalanzan sobre los coches…. “ Si el vecino no se queja para mí no es problema.”

Si Nadia insiste con que no están vestidas de manera distinta a la del resto de las mujeres (es decir puede ser ropa unisex, más “sexy” pero no del sexo contrario), el comisario insistirá con que “las van a seguir llevando” y que eso se debe a su “caminar insinuante” o “ser notorias” . En primer lugar, esto muestra

muestra lo lábil de la definición de obscenidad y también la relación de fuerzas: en el territorio local, es la policía la que tiene la capacidad (y el derecho) de interpretación. Pero más importante para entender cómo es construido “lo obsceno”, poco importa si usan corpiño o pantalones ya que la obscenidad está ligada a su corporalidad de cualquier manera. En este sentido, el análisis de la palabra obscena de Frappier-Mazur. Reemplazando su idea de palabra obscena por cuerpo travesti, nos da pistas para acercarnos a la lógica no sólo de las palabras del comisario, sino más abarcativo, cómo funciona el deseo de los varones. “As a fetish, or simulacrum of a part object, the obscene word not only represents, but replaces, its referent. … Unlike other words, the obscene word not only represents, but is, the thing itself” (subr. Mío).” (Frappier-Mazur 1993, 221) Nadia contestará “La policía va a buscarnos debajo de la puerta. Acá las chicas le pueden describir los órganos sexuales de algunos canas.” Así, el cuerpo travesti es obsceno en sí, y para la policía el cambio de vestimenta no constituye una radical diferencia.

Potencia activista travesti

La estrategia de la vestimenta aparecía como la estrategia explícita para luchar contra los edictos y daba un horizonte de devenir ciudadanas (Alvarez 1998) Será por sugerencia de la abogada de muchas travestis, Angela Vanni, que las activistas travestis adoptarán un atuendo “unisex” para salir a la calle, incluso para trabajar en prostitución. Así, según la lógica de la abogada (expresada por Nadia en el evento), la policía no podía arrestar travestis ya que no estaban haciendo ni exhibición obscena ni utilizando “ropas del sexo contrario”. Esta intención de des-obscenizarlas además, les permitiría ser aceptadas en el espacio público y las autorizaría a devenir en ciudadanas. En la charla de las compañeras en el hotel al salir de la comisaría, Nadia explicará a sus compañeras de qué se habló con el comisario centrándose en la estrategia de la vestimenta, los cambios en los edictos y la nueva justicia contravencional.

“Sabemos que en la nueva Constitución se derogan los todos los edictos policiales… (Pero) ellos no tienen la orden que les impide detenernos. El comisario dijo que se dejen conducir a la comisaría cuando las detengan… (y) que él va a dar la orden que cuando las lleven de pantalones o no estén infringiendo un edicto van a salir de la guardia directamente… Tenemos que entender de una vez por todas que salir en bolas a la calle lo único que va a lograr es retroceder toda la lucha.” Pero su explicación es interrumpida varias veces (o algunas hablando entre sí cerca mío) para preguntar específicamente qué tipo de prenda está permitida: “¿con vestido?”, “los zapatos?” “¿El corpiño?” Nadia les contesta “no vamos a sacarnos el corpiño…. Es más indecente que andemos con las tetas al aire que con corpiño”. “Calza o pantalón?” “Pollera pero no con tajo?” “claro, le contesta otra, que no te salga todo el orto para afuera”. Cada comentario creaba un corifeo de diálogos entre ellas que muestra la imposibilidad de establecer límites claros entre qué ropas (y hasta diseños) son obscenos y cuáles no. Pero este pedido de de-onscenification parecía tener similaridades con el closet de su juventud. 13 Como se observa, muchas de las activistas tenían fe en la estrategia y de alguna manera, en la posibilidad de despegar sus cuerpos y subjetividades travestis de lo obsceno.

“Si llega a pasar que a alguna la llevan de jean y la dejan detenida, bueno. Aguantemos un poquito… Hoy no vamos a salir a la calle y la policía nos va a tirar flores. Esto nos va a llevar un tiempito más.”

Pero como mostraron las palabras del comisario, y más claramente, las estadísticas de infracción de edictos de esos años, esta estrategia no garantizará que las dejen arrestar. Por el contrario, los edictos son utilizados por la policía con mayor frecuencia, permitiéndonos verlos como un instrumento contra el creciente activismo travesti. 14 Pero aún no siendo exitosa, la estrategia mostró que para alcanzar un status humano y quizás ciudadanía, había que buscar otros caminos. Como reflexionaba Nadia años más tarde: “Y habíamos aceptado cosas, que hoy no aceptaríamos, como la de usar pantalón para que la policía no nos llevara. O sea, nosotras cedimos a un montón de cosas que, en realidad, nunca sirvieron para nada. Con pantalón y todo nos llevaban presas igual. Nosotras pensábamos que si llevábamos pantalón, como no es una prenda muy femenina, podíamos frenar a la policía.” (Alvarez & Fernández, 2021)

Aún así, en el evento aparecen otras resistencias que, aunque “menores” son tan o más importantes que ésta. Como presenté al comienzo del artículo, las activistas se resistían al arresto, hacían ruido en los calabozos, defendían a otras compañeras cuando eran golpeadas y otras muchas estrategias “menores” 15 durante los días y hasta meses que tenían que vivir en calabozos. Y ya el ir a “hablar” con el comisario en un evento casi público, requería un coraje indescriptible. Nadia había sido y sería después de ese día, arrestada en numerosas ocasiones en esta misma comisaría, golpeada y violentada de manera sistemática hasta su muerte en el 2004. Aún así, Lohana y ella hablaron con el comisario. 16 Incluso los gritos de Lohana cuando un policía nos amenazó con arrestarnos si seguíamos haciendo “escándalo” también muestra de la capacidad que estaban adquiriendo de entender cómo funcionaban los derechos para aquellos que los poseían. 17

Conclusiones

En el acontecimiento relatado pudimos observar el crecimiento de un activismo travesti durante de la década de 1990 en Buenos Aires que demandaba el fin de la persecución policial hacia ellas y particularmente denunciaba los edictos policiales como la herramienta central de encarcelamiento, persecución y muerte. Era la figura del “Escándalo” o “Exhibición Obscena,” como sintetizará el comisario, en su ambigüedad semántica, la que era utilizada para unir travesti a obscenidad como un solo significado.

Pero a pesar del disciplinamiento violento en el que vivían, las activistas lograron comenzar a crear estrategias colectivas de resistencia tanto a la letra de los edictos como a los procedimientos. Una de estas estrategias fue la de la vestimenta. El diálogo de algunas de las participantes del encuentro en el hotel mostró el esfuerzo interpretativo de las travestis por entender qué significaría ropas y comportamientos no obscenos. Esta explicitación develó al mismo tiempo la imbricación que existía en ese momento entre identidad travesti, prostitución y obscenidad. Pero en los medios de comunicación la onscenidad de estas figuras de sexualidades desbordantes, adquiría un éxito creciente. Las activistas lograron usarla, dentro de sus posibilidades, para visibilizarse y denunciar la persecución policial y estatal. La intención de la policía de mantener oculto tanto su poder como a las travestis en cuanto población dócil y subordinada, se observa en lo que les dice el comisario al final, “la prostitución y la policía es un mal de siempre y hasta ahora se mantuvo un trato. Antes el que estaba trabajando guardaba el secreto” da cuenta de que la exposición pública que significa la manifestación con medios y aliadxs no es deseada, sino que el secreto (de la represión) fue quebrado.

En los más de veinte años que han pasado desde este acontecimiento, ha habido mejoras notables para las personas trans (entre las que se incluyen las travestis). Una central es la ley de Identidad de Género aprobada a nivel nacional en el 2012 que sintéticamente permite que una persona modifique su nombre, imagen y sexo así como abre el acceso a terapias hormonales y quirúrgicas para adecuar su cuerpo a la identidad elegida. Esta ley fue un logro de las activistas nombradas, la mayoría ya fallecidas. Pero otros datos son menos promisorios: en el 2012 la primera “Encuesta sobre la Población Trans” muestra que aún en ese momento, el 70% de la población travesti seguía trabajando en prostitución y un 60 % de las mujeres trans habían estado detenidas por infringir contravenciones. Si bien los códigos contravencionales, de faltas y convivencia han sido modificados, lo único que ha sido quitado es “ropas del sexo contrario”. Con respecto a la oferta de sexo en la calle, las figuras han sido mantenidas o incluso expandidas (Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, 2021). En síntesis, la persecución policial no ha desaparecido a pesar de que los códigos contravencionales hayan borrado hoy día la figura relacionada con el género travesti, gracias a la expansión simultánea de las contravenciones por “prostitución escándalosa,” “servicios sexuales,” “prostitución en la vía pública”, etc.

Esta transformación de la figura del Escándalo en algo similar -con la salvedad de que quita cualquier referencia a género- viene hoy de la mano de la transnacionalización de las campañas contra la trata de personas con fines de explotación sexual. Si antes eran los vecinos airados quienes pedían que “limpiaran las calles de travestis”, ahora son ciertos grupos feministas, blancas y de clases medias urbanas, las que piden que se termine “con la trata” (Morcillo y Varela, 2021). Entre tanto, las travestis y mujeres trans vuelven a desaparecer del debate público que las impacta directamente.

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1 El término travesti comienza a ser utilizado en la Argentina a comienzos de 1970 para nombrar a lo que en Estados Unidos serían drags. Shows de travestis brasileras llegan a Buenos Aires y traen el nombre travesti también. Rápidamente se extenderá a la creciente escena de transformistas locales. A partir de la década de 1980, y circunscrito exclusivamente al ámbito de la prostitución, empieza a ser utilizado por ellas para nombrarse a sí mismas. Las travestis eran en aquel momento personas nacidas con genitales masculinos pero que, con distintos grados, se reconocían como construyendo un femenino (aunque no como mujeres). (Cytryn 2021, Alvarez 2022).
2 Durante toda esa mañana estuve tomando notas. Llevé mi grabador y grabé todo lo que ocurría afuera de la comisaría. Cuando entrábamos a hablar con el comisario, Lohana me dijo que grabara a escondidas pero me negué ya que aún mantenía el miedo a la policía. Fuera de esos momentos, todas las voces reproducidas en este artículo de las travestis fueron entrevistas grabadas. Los nombres de las activistas principales se mantienen aunque ambas han muerto. En el 2022 le hice una entrevista a Romina, la única sobreviviente.
3 Si bien la Policía Federal solo tenía jurisdicción en la ciudad de Buenos Aires, los edictos provinciales tenían figuras contravencionales similares.
4 Desde comienzos de la década crecían las denuncias desde organismos de derechos humanos y barriales a las acciones de represión de la policía. Activismos barriales (muchos de barrios pobres) y organismos de derechos humanos (que durante los ochenta dirigieron denuncias por crímenes estatales durante la dictadura militar) junto con el flamante movimiento glttb comenzaban a denunciar a la policía como organización mafiosa y para-estatal. Si bien desde comienzos de la década, la “corrupción” policial aparecía constantemente en los medios de comunicación, hay que resaltar dos casos de alta resonancia: el de Walter Bulascio, un joven de 15 años torturado y asesinado en una comisaría de la ciudad, que pasó a ser el caso más resonante de “gatillo fácil) como el del periodista José Luis Cabezas por la “Bonaerense”, la policía de la provincia de Buenos Aires. En la Cuarta Marcha del Orgullo glttb, las travestis lograron imponer la consigna “Vigilemos a la policía”.
5 Un año más tarde en esa misma comisaría, Nadia fue secuestrada por cuatro varones (policías), llevada a la comisaría 25 y torturada de manera tan brutal que devino uno de los casos centrales del Informe de Amnistía Internacional focalizada en la violencia contra travestis en Argentina (Amnistía Internacional 2001, 38). Pero su caso no era excepcional, las golpizas en patota, las torturas, amenazas de muerte, violaciones, hacerlas pasar hambre y frío en los calabozos, son parte del relato cotidiano de las travestis.
6 Entrevista a Nicky Chavez 2001.
7 El star system, como lo llama Edgar Morin, fabrica estrellas cinematográficas. “… una cinta de montaje atrapa a las muchachas bonitas… elige, elimina las piezas defectuosas, engarza, ensambla, da forma, pule, adorna, en una palabra: “estelariza”… El producto manufacturado se ha vuelto mercancía.” (Morín 160-1)
8 Photographs “accquire a hidden political significance. They demand a specific kind of approach; free floating contemplation is not appropriate to them. They stir the viewer, he feels challenged by them in a new way…. For the first time captations become obligatory” (Benjamin Illuminations cit in Salessi 359) En este sentido, veremos cómo los captions -o, en el caso de la television, la voz en off o el conductor del programa- guían a un discurso de “obscenidad” o “inmoralidad” pero la imagen guía a una pregunta o un deseo.
9 Si bien este artículo analiza los edictos de la Policía Federal, los cuales regían para la Capital Federal (Buenos Aires), en las provincias, las figuras contravencionales eran (y muchas continúan siendo) similares aún en la actualidad.
10 Salessi en su seminal trabajo muestra que algunos varones maricas se vestían de mujeres y ejercían la prostitución y al ser arrestadas pasan a formar parte del archivo policial (Salessi 1995). Entrevistas realizadas a travestis que eran jóvenes en la década del 60’ y 70’ muestra que sus maneras de supervivencia eran similares y que su principal terror era el ser arrestadas por la policía, lo que ocurría frecuentemente (Alvarez, 2022).
11 Durante esos años 1995 a 1998 -que culminó con la derogación del edicto-, la persecución policial a activistas se intensificó pero continuó después también. Una denuncia de Amnesty International de 2001 sobre la detención y tortura a Nadia Echazú y A. Rodriguez en esa misma comisaría. Nadia fue interrogada en la calle por “three police officers… and one … spat at her. He also threatened to “break her” if she was found in the area again. She was beaten around the stomach, held by the hair, pushed to the ground and kicked as she lay there. She was then handcuffed, had tear gas sprayed in her face and reportedly insulted by one of the police officers who said “I am going to give you (human) rights, degenerate faggot” (“yo te voy a dar derechos a vos puto degenerado”). She was put in a pólice car and threatened with a gun as shw was being taken to the police station. She was subsequently released..” Amnesty 2011, 1.
Pero no se reducía a las participantes en organizaciones sino contra toda travesti que se resistía a la brutalidad policial, como muestra el asesinato de Mocha Celis. Ver Wegsman, Pablx “Mocha Celis. De la calle al colegio”. https://www.moleculasmalucas.com/post/mocha-celis-de-la-calle-al-colegio
12 Como mostré anteriormente, para los “vecinos” así como para el poder ejecutivo de la ciudad, tanto las travestis como los ocupantes de viviendas vacías(homologados no sólo con pobres pero también con migrantes peruanxs y bolivianxs), eran vistxs como el peligro central en los barrios. (Alvarez 2000, 148) Ver también Boy para una lectura de la zona roja como conflicto urbano desde una lectura de los medios de comunicación. (Boy 2015)
13 Ivana Tintilay resumía estos comienzos del activismo: “habré ido a tres reuniones donde Angela pedía que la estrategia era, si se las llevan por mujer, bueno, vístanse de hombre. Ahí yo me altero, porque yo era la que andaba desnuda. Eramos orgullosas de pagar al patrullero porque era la única manera de resistencia. Bueno, una resistencia extraña porque era una represión naturalizada.” (Ivana Tintilay, 2021 comunicación personal)
14 En el informe del CELS de 1995 incluyen el listado de arrestos por contravenciones y edictos policiales. En ebriedad, 52.855 personas en 1994 y 28.449 en primer semestre de 1995. El de escándalo, 20.475 en 1994 y 15.824 el primer semestre de 1995. Se ve el crecimiento geométrico del Escándalo. Se observa que las travestis eran un target central para la institución policial y que, con el crecimiento del activismo travesti, se vuelven aún más reprimidas. (CELS 1995, 34)
15 Como muestran Butierrez y Simonetto (2020), la resistencia travesti al maltrato policial y social comienza al menos en la década anterior: en 1986, las travestis hicieron protestas frente al Congreso de la Nación para denunciar los asesinatos de sus compañeras en manos de la policía. Aún más ampliamente, Tintilay (2020) recaba las manifestaciones frente a la comisaría que rodeaban la Panamericana, ruta de salida de la ciudad y principal zona de prostitución travesti durante los años ’80. (Tintilay 2020) Aún más expansiva, Tintilay interpreta las resistencias cotidianas y de cuidado en las épocas duras, juntar dinero para el entierro, compartir las frazadas en los calabozos fríos como activismo, aunque no fuera reconocido como tal.
16 Esto era un esfuerzo inconmensurable en distintos sentidos. Como recordará Nadia en una entrevista en el 2001, “Yo no tenía ni idea en época… Venía de mucha, muchísima persecución de la policía. De estar presa noventa días, salir, estar una semana libre y entrar otra vez por sesenta…Me pasaba en el calabozo, me cortaban el pelo y todas esas cosas. Y por todo eso me había cerrado un montón. Me costaba comunicarme con la gente. (…)Incluso cuando estaba en la Estatuyente, no entendía de qué hablaban… (Pero) me di cuenta que la presencia era muy importante y entonces me obligaba a estar y tomaba nota de todo.” (Alvarez y Fernández, 2021)
17 Como propone Cutuli, las travestis sabían utilizar el “escándalo” en el espacio respetable de la arena pública ya desde los comienzos de su activismo. (Cutuli 2014)
Ana G. Álvarez
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Ana G. Alvarez es profesora clínica asistente en el Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe de la Universidad de Nueva York. Es licenciada en antropología por la Universidad de Buenos Aires y doctora en Género y Estudios Latinoamericanos por el Birkbeck College. Ha enseñado en las universidades de Bielefeld (Alemania), Londres (Reino Unido) y Zúrich (Suiza). Como activista y académica, ha sido una de las primeras científicas sociales en realizar trabajo de campo con comunidades de travestis y mujeres trans en Buenos Aires desde la década de 1990, y ha participado en la defensa de los derechos gltttb (gay, lésbico, travesti, transexual, transgénero y bisexual) y de los derechos de género en Argentina. Su trabajo ha sido publicado en revistas y colecciones académicas, más recientemente en Moléculas Malucas, así como en la antología Latin American Cultural Studies: A Reader (Routledge 2018), Avá: Revista de Antropología (2017), Revista Uruguaya de Ciencia Política (2022).