En las primeras épocas de la revista publicamos entrevistas a algunos de los actores principales de lo que era entonces un campo emergente: los Estudios Culturales Latinoamericanos. Más de 25 años han pasado, pero nuestro interés en lo que hacemos — de manera teórica y práctica — permanece fuerte. El cuestionario que utilizáramos entonces ha sido revisado y enviado a los miembros de nuestro Consejo Asesor Editorial, y sus respuestas serán publicadas en los meses venideros.

  • Qué análisis en el campo de los estudios culturales le parecen más estimulantes y relevantes, y por qué?

Hace cosa de quince años estoy trabajando en una nueva área, Estudios Transatlánticos, que postulan un campo de interacciones, debates, y reapropiaciones entre los sistemas complejos que traman la cultura moderna europea y la latinoamericana. En mi libro Transatlantic Translations (Reaktion Books) he propuesto un primer balance de esa interconectividad, que es la forma del intercambio sígnico en América Latina. Una serie de congresos internacionales, en Brown University, y universidades de Cuba, Santiago de Chile, Monterrey, México, y otras jornadas dedicadas a este campo, han avanzado la teoría y la práctica de este comparatismo humanista y crítico. Una serie de tomos de actas recogen la producción académica e intelectual del paradigma crítico de los estudios atlánticos.

  • ¿Cuáles son los principales problemas que surgen en su propio trabajo?

No hemos podido acoger en nuestros congreos bi-anuales las numerosas propuestas de ponencias. Pero hemos encontrado un modelo más operativo: co-organizar con universidades latinoamericanas y europeas congresos dedicados a las variantes transatlánticas de cada país. Asi ha ocurrido con la Universidad Católica de Chile, que en 2015 convocó un congreso sobre Chile T-A, y lo mismo con la Universidad de La Habana sobre Cuba T-A, y este año con el TEC de Monterrey sobre Mexico T-A. Cada grupo organizador ha sido responsable de su programa. Seguirán otros congresos internacionales dedicados a Colombia Transatlántica (primavera 2019) y Argentina Transatlántica (otoño 19), y hay en perspectiva otro encuentro, no menos interesante, dedicado a Galicia Transatlántica. Por otro lado, hemos convocado a unas Jornadas atlantistas, de sólo dos dias, a comienzos de diciembre. Han sido co-organizadas con la Universidad de Barcelona, la Casa de América en Madrid, y la Universidad de Granada. El proceso ha sido laborioso pero hemos logrado que grupos de colegas atlantistas hayan armado sus propios equipos de trabajo y convocado a diálogos sobre la textura global de la cultura nacional. Complace haber iniciado en Brown University esta linea de trabajo que propicia una lectura dialógica y libre, de la interconectividad cultural.

Desde su punto de vista, ¿cuáles son los principales desafíos que enfrenta el estudio de la cultura en la coyuntura política actual?

Vivimos un intenso período de neo-liberalismo, que ha impuesto una dimensión mercantilista que incluye a las universidades, las editoriales, y la crítica misma. Las universidades pasan por un momento crítico: las Humanidades han sido casi abandonadas, y la burocracia asume el poder a costa de los valores de la investigación y el coraje de explorar entre orillas, más allá del canon y el economicismo.

  • ¿Qué enfoques y metodologías le parecen productivos para el análisis de la cultura? ¿Y qué nuevos métodos y/o áreas de investigación le parecen particularmente estimulantes?

Gracias a Stuart Hall y su crítica del antagonismo dialéctico, se abre un espacio de exploración más abierto y fecundo. Hall propone la cultura popular como una vía tercera que resuelve la dicotomía simplificadora, pero ya los modelos originarios de organizar los saberes se han probado capaces de procesar nueva información y producir un nuevo horizonte de rearticulaciones. Vamos, creo, hacia un período más hospitalario y menos autorizado.

  • Como continuación de la pregunta anterior, en su opinión, ¿cuál debería ser la relación entre el estudio de lo cultural y lo político?

Cada región y, para el caso, cada intelectual público tendrá que definir el horizonte que le abre futuro. No a nombre de su autoridad, siempre relativa, sino de los estudiantes que exploran espacios de convergencia feliz. La violencia política del antagonismo académico ha hecho mucho daño a la salud del diálogo.

  • ¿Qué opinión le merece el estatus actual de los estudios culturales dentro de la academia?

Lamentablemente algunos colegas, con buena voluntad pero también con nostalgia de autoridad, han extremado los términos de cotejo entre sistemas de significación paralelos. Los estudios culturales han pasado por un campo de batalla académica, pero su autoridad ha tenido una vida demasiado corta para que sus líderes sean capaces de una crítica de la vida, un cuestionamiento de los métodos paralelos, y una voluntad de verdad que es algo patética. Lo lamento, sobre todo por los estudiantes, que producen unas tesis que parecen parodias de sus melancólicos maestros.

  • ¿Quiere agregar algo más?

Veo con optimismo el futuro de los estudios culturales, reforzados por la tradición humanista y las lenguas compartidas. Pronto el término “estudios cuturales” resultará tautológico, porque todos lo son sin pretender ser la verdad única, sino todo lo contrario, la duda que nos alienta a imaginar otro mundo.

Julio Ortega
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es un escritor y crítico literario peruano, residenciado en Estados Unidos. Es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad Brown y miembro del comité asesor de Journal of Latin American Cultural Studies.