Impresionantes. No hay otra forma de describir los cambios vertiginosos que vi en la Habana durante mi última visita, solo tres semanas después de la muerte de Fidel Castro. Ya había estado allí, meses antes, en febrero, coincidiendo con el anuncio de la visita de Barack Obama en la televisión nacional cubana. En el caso de Cuba la muerte de Fidel puede llegar a definir el 2016, pero en términos reales, fue el viaje de Obama el que parece haber transformado la isla de una manera jamás pensada.
Para quienquiera que visite la Habana hoy, una serie de cambios aparentes señalarán una nueva época de la extraña amalgama de socialismo y capitalismo que ha sido la norma desde el Período Especial que comenzó a principio de los 90s. Estos cambios son claros desde el momento en que se aterriza en el Aeropuerto Internacional José Martí, congestionado más allá de su capacidad y recibiendo vuelos de muchos destinos de los EEUU, incluyendo Miami, Fort Lauderdale, Atlanta, y Nueva York. Ver un avión de American Airlines a punto de comenzar las maniobras de despegue es algo que para muchos (y me incluyo aquí) parece más una ilusión salida de un film hollywoodense que la realidad.
Las calles de la Habana están igual de cambiadas. Y al menos en el caso de la Habana Vieja, apenas si dan abasto con el número de turistas que llegan estos días, no solo en avión, sino también en gigantescos cruceros, que pueden ser vistos amarrados — a veces en grupo — cerca del convento y la plaza de San Francisco. Incluso dar con una botella de cerveza se está volviendo una cruzada. Irónicamente, cuando se da con una es muy probable que en vez de una cerveza tradicional cubana esta sea una botella de Presidente, la cerveza dominicana nombrada en homenaje al ex dictador del país vecino, Rafael Leonidas Trujillo.
Es cierto que nuevas casas de huéspedes, hoteles, y bares están apareciendo por todas partes, contribuyendo a aliviar estos graves problemas estructurales. Sin embargo es difícil ver cómo una economía en problemas puede progresar más allá de sus medios a un paso tan acelerado, sin consecuencias para aquellos que no pueden mantener este ritmo. Para citar un ejemplo que vi más de una vez, los residentes de la Habana Vieja están siendo presionados a vender sus casas a empresarios locales e internacionales deseosos de transformarlas en establecimientos de lucro. No es descabellado concluir que es probable que aquellos que finalmente venden acaben tarde o temprano sin un techo y sin dinero, en el que es desde cualquier punto de vista un ambiente cada vez más salvajemente capitalista.
La realidad tangible es que la Habana que vi en febrero apenas se parece a la que encontré en diciembre. Los cubanos están acogiendo este nuevo comienzo con brazos abiertos, y aunque el gobierno de Raúl Castro se ha asegurado que al menos por el futuro cercano la educación y la salud universales permanecen en su lugar, la realidad es que ahora el rey es el Peso Convertible Cubano. La muerte de Fidel, entonces, ha sido más una falla que desaceleró los cambios más que el momento de catarsis que muchos esperaban. Dicho eso, es fascinante ver como los carteles que conectaban a Fidel con el futuro de Cuba han, tal vez involuntariamente, comenzado a referirse a su legado usando el pretérito. Esto no es lo mismo que decir que han admitido que él o sus ideas han muerto. En todo caso hay una especie de fusión mística y especial entre el líder muerto y el universo cubano.
Fidel tuvo la sana idea de asegurarse de que ninguna estatua o monumento dedicado a él y su legado sean construidos luego de su muerte. Pero esto, pienso, no impedirá que sus seguidores creen formas espontáneas e innovadoras para traerlo de vuelta a la vida. De hecho, mientras estaba en la Habana, tuve la oportunidad de ver un reporte de Telesur sobre una iniciativa llevada a cabo en Caracas para proyectar la imagen de Hugo Chávez sobre las paredes de la ciudad, literalmente declarando que la “silueta del comandante ahora camina la ciudad otra vez.” 1
Pero sobre todo, más que la visita de Obama y la muerte de Fidel, es la presidencia de Trump la que facilitará o hará fracasar esta palpitante y desordenada apertura de Cuba. Los signos para este 2017 no son precisamente alentadores. Posiciones y conclusiones polarizadas ya se están estableciendo a ambos lados del Estrecho de Florida, y un elusivo punto intermedio permanece elusivo. Qué pasará luego de la muerte de Fidel continuará siendo una pregunta difícil de responder, por un tiempo.
Notas
- El video puede ser visto aquí: https://www.youtube.com/watch?v=RbOYrdRBWoo